miércoles, 16 de diciembre de 2009

Santuario


William Faulkner


Hace meses que quería publicar este ensayo sobre Faulkner. Sin embargo no lo había hecho porque: no he conseguido el libro en las librerías de viejo y tuve que pedirlo prestado a Salvador Vélez quien, por cierto y dicho con justicia y en su descargo, se resistió estoicamente, como gato boca arriba, a aflojar la obra y permitir que fuera extraída de su librero por mis irresponsables manos; segundo, releí un aparte y lo dejé en Ciudad Juárez en las vacaciones, por tanto, tuve que esperar hasta que me lo trajeran; tercero, no es fácil escribir sobre uno de mis cinco libros favoritos (bueno, eso de cinco… entre los que más he disfrutado se cuentan El tambor de hojalata, de Grass, The silence of the lambs, de Harris, It, de King, Pancho Villa, una biografía narrativa, de Taibo II, La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa, La tregua, de Benedetti, La profecía, de Seltzer, El exorcista, de Blatty y otro buen tanto de obras que pretendo tratar eventualmente aquí) y además que entre el examen anual que la UNAM aplica a los residentes y el trabajo del hospital no he tenido mucho tiempo de escribir. En fin, que intento hablar de una de las obras más complejas del siglo pasado, no sólo porque está analizada a la luz del intelecto de un profano, sino porque fue escrita por quien es considerado el primer escritor de ficción de los Estados Unidos (Towner, 2008).


Faulkner, igual que muchos otros autores tuvo a bien inventarse un estado, pantanoso en su caso, para narrar sus historias sin herir las susceptibilidades de sus coterráneos de Mississippi. Yoknapatawpha County, con Jefferson como ciudad principal, es el epicentro de la obra de Faulkner y no se diferencia mucho del resto de las ciudades del sur de la Unión. Casas victorianas, señoras copetudas, clubs de la decencia, mujeres negras sirvientes obligadas a usar cofia y mandil cuando salen a la calle, miseria para los pobres, opulencia para los ricos, vagones de tren que diferencian hombres blancos y bestias, ya se sabe, viva la libertad… sin embargo, Faulkner no hizo más que narrar lo que veía.


Santuario, publicada en 1931, es una obra fatalista desde el principio y hasta el final. Narra, en breves palabras, la desgracia de Temple Drake, niña bien de la ciudad quien, gracias a la alcohólica impericia de Gowan se ve involucrada con una pandilla de la peor ralea, fabricantes de whiskey clandestino, malvivientes la mayor parte del tiempo, borrachos el resto, entre los que se cuenta Goodwin. Goodwin es un ebrio, es cierto, que pretende violar a Temple pero, de algún modo, Ruby, su amante, madre de un niño raquítico, lo impide. Goodwin no es alguien en quien la lente deba posar mucho tiempo, pero Ruby es otro cuento. Personaje con una potente personalidad latente se ve, la mayoría de las veces, apagada por los otros caracteres de la obra, es la representación del determinismo social. Ella está ahí para cumplir con el destino que los otros le deparan, incapaz, aún cuando lo intenta, de alejarse de su sino. Sólo hasta el final de la obra adquiere un poco de peso, pero es en el marco de la libertad que le confiere Horace Benbow que lo hace.


Tommy, negro alegre es, creo yo, un personaje puramente naturalista, lo mismo que el hombre ciego al que le dan de comer con cierta deferencia. Tommy tiene un final apto para un personaje de su clase, pero más allá de sus orígenes o su fin, cabe destacar su manera de caminar sin hacer ruido, su capacidad de mimetizarse con el ambiente. Es como una piedra más del campo que, además, habla y bebe.


Existen otros personajes igualmente interesantes en la obra, como miss Jenny, anciana respetable en silla de ruedas, Van, borracho que recibe frecuentes palizas de Goodwin y quien vive en el recelo, Pap, el ciego que lo mismo se confunda con el paisaje oscuro de la noche en el campo (como paréntesis: en una canción de Les Luthiers que no recuerdo completa, ni siquiera el título, ellos dicen de una anciana que era tan vieja que se confundía con el campo: “mírese a la llama” dijo ella señalando a un guanaco… en efecto, se confundía con el campo. Estos tipos son geniales).


El personaje de más “peso específico”, frase que le he robado a Salvador, es Popeye, léase “popai”. Nada que ver con el marinero de los brazos de linfangioma. Este tipo oscuro tiene una cara con

(…) una nariz vagamente aquilina, pero le faltaba por complete el mentón. Su cara, sencillamente, dejaba de existir, como el rostro de un muñeco de cera olvidado demasiado cerca del fuego (Faulkner, 1931).

Probablemente, esta descripción corresponda a un portador de la secuencia de Pierre Robin, malformación congénita en la que los afectados, de vivir más allá de la infancia, son generalmente desnutridos (por los defectos para mamar en la infancia temprana y para deglutir en etapas posteriores), y tienen afecciones del habla (Mathes, 2006).


En resumen, Popeye es un tipo oscuro quien mata con tal de quedarse con Temple. Cuando ella está más vulnerable y Popeye la observa, él es incapaz de poseerla. Recurre a la violación, claro, pero no con los medios habituales. Tirada sobre las panochas de maíz, Temple es violada por Popeye con una mazorca. Luego es violada por otros hombres mientras Popeye observa, incapaz de consumar por sus propios medios lo que mira hacer a otros.


Santuario es una obra extremadamente compleja, ya lo dije antes; es un libro capaz de perturbar al lector mientras pasa las páginas. Nada de CSI, nada de análisis psicológico de las mentes criminales, simplemente la relación de algunos de los peores aspectos del humano con la precisión del contador de historias desapasionado del hecho, pero apasionado con el arte de narrar.


Tan perturbador es el hecho contado en Santuario que podría pasar por una nonfiction novel junto a la clásica A sangre fría de Truman Capote. Tan extraordinaria es la narración de Faulkner que podría llevarse al teatro con Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams.


Ojalá alguien que haya leído el libro aporte algún comentario. Léalo, que es una de las mejores obras de la literatura norteamericana. ¿Quién dijo que los gringos son un país sin cultura?

Bibliografía


Towner TM, The Cambridge introduction to William Faulkner, Cambridge University Press, Cambridge, UK, 2008, p. 1

Faulkner W, Santuario, Bruguera editorial, Barcelona, 1982, p. 7

Mathes SJ, Plastic Surgery, Hardcover edit, Volume 3, chapter 79