sábado, 16 de octubre de 2010

Cuatro Manos

Paco Ignacio Taibo II

Ciudad Juárez, Chihuahua. Un hombre silencioso cruza la frontera hacia el sur. Lleva una ajada maleta en la mano. En ella, seis botellas de vodka.
Ciudad de México. Muchos años después. Otra ciudad, más al sur. Un gordo periodista está enfundado en una camisa de fuerza. Busca desesperadamente librarse de ella no para conseguir la libertad de los cuerdos, sino para leer una carta.
Managua, Nicaragua, en la época de los contras. Las calles llenas de escombros y barricadas que la resistencia ha puesto antes de ser atacada por el gobierno. Un periodista arrastra a otro por la calle mientras se cubre la cara con un pañuelo, protegiéndose de los gases lacrimógenos. El otro sangra por la boca. Un taxi se les apareja y un hombre de traje blanco los auxilia, sonriendo.
New York, USA. Un hombre entra a su oficina a través de la ventana. Dentro, nadie se sorprende de la excentricidad del jefe que prefiere la salida de emergencia como acceso a una de las oficinas más secretas de la CIA.
Zacatecas, México. Un fotoperiodista judío toma la foto de una corresponsal del AP. Está desando acostarse con ella, pero las tradiciones parecen obstaculizarlo. No recuerda, en ese momento, que alguna vez sangró en Nicaragua.
El norte de México. Un enano con nombre de cantante de música tropical está a punto de secuestrar a otro hombre. Su ayudante es un cavernario enorme, prototipo del matón de película de los 50.
¡Mataron a Pancho Villa!, grita un niño en Parral, corriendo frente a la ventana donde Stan Laurel, son sus enormes orejas y su expresión ingenua, está a punto de matarse de borracho con vodka.
La carta dice que existe un insólito premio al periodismo otorgado por una fundación hasta el momento desconocida, que fue fundado por un actor y el abuelo de un gordo que suele ser fanático del escapismo.
El hombre del traje blanco puede ser agente de la CIA, de la re-contra, de Gobernación o de la KGB o de todos al mismo tiempo, pero siempre aparece, inmaculado, donde los dos periodistas lo necesitan. A veces da información, pero casi siempre les deja más dudas que respuestas.
Muchos meses después, en Acapulco, México, el flaco agente de la Central Intelligence Agency del gobierno americano está sentado junto a un narco mexicano, toando mojitos, mientras miran a un enano que toca las maracas para una rubia tetona.
El fotoperiodista judío ha olvidado a la reportera de Associated Press y recuerda que su abuelo, un psiquiatra (un joven médico judío que adivina el pasado y que no puede ver sangre), daba sesiones de rehabilitación a Harry Houdini.
Pancho Villa seguirá muerto, para vanagloria de Obregón y vergüenza de México.
Finalmente, todos los personajes se mezclaran alrededor de la historia de una narcotraficante enamorado de las rubias de senos grandes, brincando atemporalmente entre la historia de la CIA en Nicaragua, las manifestaciones políticas en México, las pirámides de Teotihuacán, la Fifth Avenue en New York, una viuda que reclama la cabeza de su amor eterno: Pancho Villa.
Taibo II, crítico como suele ser cuando hace novelas que no se tratan de Belascoarán (ya he dicho que sólo las primeras seis me parecen rescatables), hizo esta novela en 1990, y es tan alucinante que vale la pena leerla. Es divertida y, dentro de su desvarío, aporta datos entre líneas sobre el narcotráfico en México y sobre las intervenciones de USA en la política latinoamericana. Léala, que es divertida.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los minutos negros, de Martín Solares

La memoria es el deseo satisfecho
Carlos Fuentes

A veces, la memoria parece fallar, pero la realidad es que el olvido sólo es una artimaña de la mente para protegernos. Uno se esfuerza tratando de recordar (con imprecisión, ciertamente) las cosas que nos dolieron y se recrea en la rememoración de las cosas que nos satisficieron. ¿Pero qué hacer cuando la memoria está nublada por los acontecimientos recientes? ¿Qué hacer cuando se quiere recordar y la realidad nos lo impide? Nada más que un ejercicio de voluntad.
Las últimas publicaciones del blog han tomado el camino del “análisis” y de la “reflexión”, cosas que suenan más a discurso político que a literatura. Basta de eso.
Yo no sé nada de literatura más que el hecho de que me gusta y disfruto leer y la poca formación académica que de literatura tengo se la debo a Enedina Cano Barrera (un abrazo) quién me mostró que la literatura es más que palabras, una tras otra.
Intentaba recordar un buen libro sobre el cuál escribir para incitar a que otros lo lean. Pasaron por mi cabeza títulos como México, tierra de volcanes, de Schlarmann, La lejanía del Tesoro y Cuatro manos, de Taibo II, Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, La ladrona de libros de Markus Suzak y hasta Cómo escribir y publicar artículos científicos, de Robert A. Day. Pero mis reminiscencias me encauzaron hacia Los minutos negros, de Martín Solares (Tamaulipas, México, 1970).
Existe un artículo Hugo Hiriart publicado en Letras libres de enero de 2007[1] que desmiembra puritanamente la obra. Si quieren leer a un literato antes de seguir pasando las frases de este ensayo, vayan al enlace que está debajo; si no, adelante: sigua leyendo (como dijo Cortázar: allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo)[2].
En los años 70 se ¿suscitaron? ¿acontecieron? ¿dieron? los asesinatos de muchas jovencitas en Tamaulipas, al Noreste de México. Todo apuntaba a la existencia de un asesino serial.
El Macetón Cabrera,[3] policía moderadamente idealizado y desmitificado (palabra de Hiriat en su ensayo) es el principal personaje involucrado en averiguar quién carajos está matando a esas jovenzuelas, en la novela.
El Macetón es un hombre tranquilo, entenado de un tío suyo al que mata otro asesino serial al que los médicos conocemos bien: la hipertensión.[4] Después de muerto su amigo y mentor, el Macetón mezcla sus recuerdos entre las enseñanzas del tío muerto, el recuerdo de Alfonso Quiroz Cuarón y el de Rigo Tovar.
Permítanme detenerme aquí: Quiroz Cuarón (Ciudad Jiménez, Chihuahua, México, 1910) fue, tal vez, el máximo exponente y (como los médicos solemos decir) padre de la criminalística mexicana. Primer graduado de criminalística de la UNAM, Quiroz Cuarón fue el principal propulsor del estudio del criminal como ente social anómalo y publicó infinidad de trabajos al respecto (me gustaría ver una cita del Dr. Quiroz en un capítulo de Criminal Minds).[5] Por otra parte, Rigo Tovar (Matamoros, Tamaulipas, México, 1946), fue un músico entregado al ritmo tropical (si es que Tamaulipas, México, localizado en latitud 27º40' a 22º12', longitud 97º08' a 100º08', se puede considerar un trópico), cuyas principales obras o, cuando menos, las que yo recuerdo más son El sirenito (Tovar R, El sirenito, en Rigo el guapo, Fonart, 1974)[6] y Mi matamoros querido[7] (Tovar R, Mi Matamoros querido, en Matamoros querido, Fonart, 1971), ambas grabadas con el conjunto Costa Azul.
Ambas referencias que, dice Hiriart en su ensayo, son más para dar marco histórico a la obra, forman parte central de la novela. A mí me importa poco: son personajes y eso me basta.
El Macetón se mueve en un ambiente que si bien está situado en el México de los 80, puede ser extrapolado al México actual, lleno de cadáveres, policías corruptos, narcos y “juniors”, hijos de estos últimos, fantoches, mamones, presuntuosos y torpes. Su mundo es el cabaret, el porche con unas chelas en la mano y los arrabales donde se encuentran los cadáveres de las mujercitas asesinadas.
Increíble similitud de las escenas de muerte de la novela con las de la realidad en Ciudad Juárez (suspiro, por la ciudad, no por las muertas), el desenlace es similar en las dos historias aparentemente ficticias: un allegado al poder es el responsable.
No me da empacho decir esto sobre el final de la obra. Si un extranjero lee esta novela no se sorprenderá del final y si es un mexicano el lector le parecerá muy próximo a la realidad.
Creo que es un libro disfrutable, de principio a fin.
Vale la pena leerlo y no cuesta más de 200 pesos (twenty USD) en Gandhi.
Mi querida Enedina Cano lo tiene autografiado por el autor con algo más que dedicatoria: un gato mitad cholo, mitad pachuco, dibujado por el autor de la novela.
Búsquelo, que se va a divertir leyéndolo.



[1] Hiriart H, Los minutos negros, de Martín Solares, consultado el 13 de octubre de 2010 en http://www.letraslibres.com/index.php?art=11624
[2] Cortázar J, Instrucciones para dar cuerda al reloj, editorial desconocida por el autor (perdón)
[3] Macetón, en México, es una expresión amigable para cabezón.
[4] Qué pretensión la nuestra: llamamos asesino serial o, más precisamente, asesino silencioso, a la hipertensión arterial creyendo que la enfermedad es enemiga del hombre, tomándonos en serio y como una afrenta personal que el hombre tenga que morir, como si nosotros fuésemos los adalides de la vida. Dice García Márquez en El amor en los tiempos del cólera: cada quién es dueño de su propia muerte y, llegado el momento, lo único que el médico puede hacer es ayudar al paciente a morir sin miedo ni dolor. ¿Por qué, entonces, tenemos esa actitud de ganarle a la muerte? ¿Es que el médico debe tomarse como afrenta personal que la muerte sea la consecución de la vida?
[5] Pueden encontrar la obras del Dr. Quiroz en http://openlibrary.org/authors/OL666917A/Alfonso_Quiroz_Cuaro%CC%81n
[6] Video en  http://www.youtube.com/watch?v=QhI0gIKi0Xk No es el mejor video que hay en Youtube, pero es el que se escucha mejor.
[7] Video en http://www.youtube.com/watch?v=VB74CYqX3_Y&feature=fvw que es donde mejor se escucha.

ADD: pueden leer una reseña en inglés de este mismo libro en 
http://writersoftheriogrande.com/2010/11/the-black-minutes-review-by-edgardo/
un blog que vale la pena visitar.

lunes, 11 de octubre de 2010

No Reservations


I shall confess I like to watch food TV programs because I love to eat. And eating is far beyond the simple act of putting food in your mouth, but the ritual of making food and serving it and sharing it.
I will say I have never read a Bon Appetite magazine or a Gourmet one, but I assume that the articles we can find into them are very similar to what Mr. Anthony Bourdain narrates in his program No Reservations (a TV show that has nothing to do with Hell´s Kitchen and that stupid Gordon Ramsay).
“… I write, I travel, I eat and I´m hungry for more” says Mr. Bourdain introducing his show. And this is what I want to write about.
Usually ironic and sarcastic, this time Bourdain made was it seems a great discovery. He traveled to Madrid and found something that, as far as I can say, surprised himself. The rich culture of Spain, mixed to seven centuries of Arabic colony and the influences of other countries food are shown in this 41 minute episode of the series.
Bourdain narrates his travel in very kind terms, shutting his mouth when he has to and filling it whenever he can. Is in those moments when you can appreciate the scent of the show: the simple things around food that makes so pleasant, like a good chat.
Sited in a bullfighter bar he asks who between Rita Hayworth and Eva Gardner was hotter and the answer of the chef is: Eva Gardner was a danger with two legs.
In this episode, Bourdain talks more than he narrates and this is the good thing about it: you feel like you was there, enjoying the food and the chat with those people.
I think that shows my point: food is more than simply chewing. It´s enjoying.
You can see the full episode in the following address: http://www.free-tv-video-online.info/player/megavideo.php?id=M925YLRF

Credit of the image to http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http://buffaloeats.files.wordpress.com/2010/05/anthony-bourdain-no-reservations1.jpg%3Fw%3D400%26h%3D300&imgrefurl=http://buffaloeats.org/buffalo-food-on-tv/anthony-bourdains-no-reservations/&usg

domingo, 10 de octubre de 2010

Balam VII




Borracho. De nuevo.
Esto no debería pasar.
La última vez que satisfizo sus ansias había sido con una jovencita. Gritaba pidiendo ayuda a una virgen que no estaba tras las nubes negras que cubrían la ciudad. Había sido satisfactorio.
Pero ahora la necesidad lo atacaba de nuevo. Esa urgencia, esa maldita urgencia.
Se sabía perseguido, pero no importaba. Cuando la necesidad era tan grande, no había riegos que la rebasaran.
De nuevo, era el momento.

Crédito de la imagen a:
http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http://aunqueseaceniza.blogia.com/upload/20060416220342-oscuridad.jpg&imgrefurl=http://txemistry.wordpress.com/2009/04/08/miedo/&usg=__XdziEyt6AfmWXPY9MZfMitmlHfc=&h=341&w=375&sz=9&hl=es&start=69&zoom=1&tbnid=LGS-9RXPZ5LhzM:&tbnh=128&tbnw=167&prev=/images%3Fq%3Dmiedo%26hl%3Des%26biw%3D1130%26bih%3D590%26gbv%3D2%26tbs%3Disch:10%2C2204&itbs=1&ei=zUSyTJfTDcynnAeqrrSHBg&iact=hc&vpx=530&vpy=107&dur=263&hovh=184&hovw=202&tx=90&ty=113&oei=pUSyTLTqC8KC8gbEoZWdCQ&esq=5&page=5&ndsp=16&ved=1t:429,r:13,s:69&biw=1130&bih=590