lunes, 18 de mayo de 2015

Balas de plata // Silver bullets





Élmer Mendoza

Edgar Mendieta, conocido en Culiacán, Sinaloa, como El zurdo, se pregunta ¿cómo se mata en otras ciudades del mundo? Él sabe de la violencia: la ve a diario, la vive, la ha sufrido y, es cierto –hay que decirlo porque una verdad a medias es una mentira–, la ha ejercido él mismo o a través de otros. Es policía. Un policía-detective de una de las ciudades más violentas de México, acaso del mundo, policía de una de las policías más corruptas del mundo en un país donde estado de derecho es una frase de campaña, no una realidad.
¿Qué es, entonces, lo que hace diferente a Mendieta de los policías que uno puede leer en la nota roja de cualquier periódico del mundo –además claro, de ser un personaje de ficción?
Cuando niño, Mendieta sufrió un evento que lo marcó para toda la vida. Cuando adulto, Mendieta ha pasado cosas que lo marcarán para toda la eternidad, suponiendo que ésta exista.
A lo largo de sus apariciones en la serie de libros[1], se van haciendo evidentes los motivos y circunstancias que hacen de Mendieta quien es: un personaje extraño, atípico en un país corrupto, impoluto en cierta medida y vulgar en otra igual, con un extraño gusto en literatura y un repertorio musical rockero muy amplio, lejano a los narcocorridos que se escuchan en el norte de México (como alabanzas a sus borrachines, a sus prostitutas, a sus negocios turbios, a la siempre constante muerte, generalmente violenta); con una memoria olfativa aguda, especialmente acusada para los perfumes, Mendieta se apoya en esta capacidad para ayudarse a resolver crímenes, sin llegar al grado de ser un Jean-Baptiste Grenouille con placa.
Los personajes que lo rodean son tan apasionantes como él mismo: Gris, su compañera de investigación, con sus propios conflictos amorosos; Parra, su psiquiatra, borrachín y con un consultorio decadente; Briseño, su jefe en la policía, corrupto y supeditado a los caprichos del poder, con un alma de chef que se evidencia por sus apasionadas descripciones de platillos de mariscos; Samantha Valdez, su antagonista, hija de un narco y quien tiene una especial aversión por el zurdo, a quien denigra cada vez que puede y a quien, sin embargo, respeta.
El estilo narrativo de Élmer Mendoza es increíble, con el uso de escasos cuando no nulos guiones en los diálogos, separando las alocuciones de los personajes por comas o puntos en un mismo párrafo. También es de destacar la manera fluida en que Mendoza usa los regionalismos de su patria chica: placa, plebe, felón, bichi, buki y otros más[2]. Aún cuando muchos de ellos no son de uso común fuera de Sinaloa, son fácilmente entendibles en el contexto de la narración.
Balas de plata es la historia de crímenes ejecutados esa rareza armamentista. Aunque suene a cliché, en el México armado todo es posible: acaso recuerde el lector esas fotografías de las armas de los narcos, rifles AK47 bañados en oro, pistolas Beretta recubiertas de diamantes, cachas de plata y maderas exóticas, nombres grabados en las armas, apodos ostentosos en los cañones de las ametralladoras. Mendieta debe enfrentar no sólo lo complicado de buscar a uno o más asesinos en un país donde involucrarse en un crimen es un crimen en sí, aùn como espectador, sino también las trabas que le ponen sus jefes presionados por el poder o el dinero, los encontronazos con los narcos y los políticos o sus amigos, la desconfianza adquirida del pueblo contra la policía.
La narración no es la de la novela negra clásica, al estilo Hammett o Chandler, sino una nueva, donde el ambiente es menos importante que los diálogos.
Mendieta es un personaje interesante que le ha valido a su autor el reconocimiento internacional, no sólo por retratar la narcocultura sin hacer apología de ella, sino por hacerlo de una manera precisa, sin cortapisas. Vale la pena leer a Élmer Mendoza y su Zurdo Mendieta.


Edgar Mendieta, aka Lefty, from Culiacán, Sinaloa, wonders: how do people kill in other cities? He knows violence: sees it every day, lives it, he has suffer it and, it is true –must be said because half truth is a lie, he himself has used it by his hand or through others'. He is a cop. A detective in one of Mexico's most violent cities, maybe world's most violent cities, a cop in one of world's most corrupt police forces, in a country where Rule of law is a campaign phrase instead a reality.
What is, then, that makes Mendieta different from any cop you can read in the blood chronicles from news papers around the world –besides, of course, to being a fictional character?
When a child, Mendieta suffered an event that permanently marked him. While a grownup, Mendieta goes through events that will mark him for all eternity, assuming such thing exists.
Along his appearance in this series of books[3], one can find the motifs and circumstances that make Mendieta who he is: a strange character, atypical in a corrupt country, unpolluted in a way and vulgar in the same measure, whit a eclectic taste for literature and a wide rock-n'-roll-based musical taste, far away from narcocorridos listened in Northern Mexico (praises to drunks, prostitutes, shady business, to the always present death, usually violent); provided with an acute olfactory memory, especially sharp for perfumes, Mendieta uses it for solving crimes without being a Jean-Baptiste Grenouille with a badge.
Characters surrounding him are so charming as himself: Gris, his investigative partner, with her own love conflicts; Parra, his shrink, drunk, exercising in a decadent office; Briseño, police Chief, corrupt and subject to the whims of power, hiding a Chef's soul evident when he describes shellfish plates; Samantha Valdez, Mendieta's antagonist, daughter of a druggie, whom feels an acute aversion against Lefty, to whom denigrates whenever she can and whom, however, she respect.
Élmer Mendoza's narrative style is amazing, using none "<<>>" for dialogues, separating allocutions by means of commas and periods in a same paragraph. It is also remarkable the use of regionalisms: placa (badge, for a cop), plebe (child), felón (cool), bichi (naked), buki (kiddo), and other more[4], many of those rarely used outside Sinaloa, but easily understood in the context of narration.
Silver bullets is the description of crimes perpetrated using that weaponry rarity. Even when it seems a cliché, in armed Mexico everything is possible: the reader may recall those images of AK47's rifles covered by gold, Beretta handguns covered by diamonds, hunks made with silver and noble woods, names engraved in weapons, flashy nicknames in the machineguns barrels. Mendieta faces not only the hard search of one or more assassins in a place where getting involved in a crime is a crime by itself, even when bystander, but also the shackles from his bosses –curtailed by power or money, the confrontations with drug dealers and their political friends, the acquired distrust of the people against the police.
Narration is not alike classic Hammett's or Chandler's black novel, new instead, one in where scenarios are less important than dialogues.
Mendieta is an interesting character than has given his author international recognition, not just for picturing drug-culture without making apology of it, but by doing that in a precise way, without hindrance. It is worth reading Élmer Mendoza and his Lefty Mendieta.


[1] La palabra saga, tan de moda en la literatura actualmente, especialmente en la literatura juvenil, desde la aparición de Crepúsculo y los libros que le siguieron, me repugna tanto como éstos. Porque, según el DRAE, la saga es el relato novelesco que abarca las vicisitudes de dos o más generaciones de una familia, entre otras definiciones, no la serie de aventuras de un personaje o un grupo de éstos relacionados entre sí. Si alguien versado en literatura puede aclararme si tengo o no razón, se lo he agradecer. Cualquier comentario es bienvenido.


[2] Que, por cierto, desde 2011 se están integrando al Diccionario Mexicano de Regionalismos, bajo propuesta de la Academia de la Lengua, según la nota: Ingresarán 200 sinaloísmos al diccionario, de Nelly Sánchez, publicada en Noroeste.com, el portal de Sinaloa. Consultado el 18 de mayo de 2015 en http://noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=727158
(3) The word saga, in Spanish, so fancy in youngsters literature nowadays since appearance of Twilight and the novels followed it, disgusts me as much as the books themselves. For, as the Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, saga is the novelette relation covering the vicissitudes of two or more generations of a family, among other definitions, not the series of adventures of one or a group of characters related between them. If someone versed in literature may clarify if I'm or not right, I thank you. Any comment will be welcome.
[4] Words that, by the way, since 2011, are integrated to the Diccionario Mexicano de Reginalismos, as proposed of the Academia de la Lengua, as states the note: Ingresarán 200 sinaloísmos al diccionario, by Nelly Sánchez, published at Noroeste.com, el portal de Sinaloa. Consulted on May 18th 2015 at http://noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=727158

Imagen: https://www.google.com.mx/search?hl=es-419&site=imghp&tbm=isch&source=hp&biw=1280&bih=613&q=balas+de+plata&oq

lunes, 11 de mayo de 2015

Muerte en Estambul -- Death in Istambul


 Petros Markaris



Desde mediados de los años noventa anda rondando las calles de la ciudad griega de Ática un comisario de policía llamado Kostas Jaritos, un tipo algo entrado en años y que tiene por gracia ser muy humano: con un pasado laboral que parece sino atormentarlo sí, por lo menos, incomodarlo pero del que puede deshacerse para seguir tirando, y con las dudas expresas y no expresas de un hombre que ha visto en los actos de los otros las cosas que nos hacen humanos y nos diferencian de los animales, como la maldad a conciencia.

Leyendo esta novela me hago una idea muy vaga de la complejidad de las relaciones socioculturales, étnicas, económicas, políticas y de poder que prevalecen en aquella región del mundo y sólo puedo compararlo con la vida que yo tengo, en esta frontera, donde también hay una mezcla cultural y étnica muy interesante. De hecho, Petros Markaris, el autor de la serie, ha dicho algo que es esencial de la novela negra: escribirla es usar un vehículo para contar la realidad. Porque escribir novela negra no es inventarse sólo una historia, le digo a mi hijo de doce que escribe cuentos, es tener algo que contar, usualmente algo real, que pueda ser contado con la violencia, la velocidad, la sorpresa con que la realidad sucede. Ahí está un excelente ejemplo de lo que digo: el sinaloense Élmer Mendoza y su, a veces imposible pero siempre increíble, Edgar "el zurdo" Mendieta, o Benjamin Black, aparente reencarnación de Raymond Chandler y su detective Philip Marlow junto a Sam Spade de Hammett, ejemplo del detective privado.

Aquí un paréntesis: pronto, algo sobre Mendoza, en este blog. Leyendo a Mendieta me doy cuenta de mi mal pulido personaje de la miniserie Balam publicada en este blog es solo una brizna de polvo flotando en una habitación cerrada a la que cortan rayos de sol. Habrá que reescribirlo.

Otro paréntesis: me ha dado la impresión de que es una tendencia de los nuevos escritores (ok, eso de nuevos es un decir) del género negro usar nombres de famosos para sus detectives u otros de sus personajes hoy en día, como el Charlie Parker de Connolly o el Philip Marlow de Black, discretamente relacionado al C. Marlow, dramaturgo, pero definitivamente relacionado al Marlow de Chandler.

Volviendo a esta novela de Markaris.

¿Quién es María Jambu? ¿Por qué aparecen algunos ciudadanos turcos y griesgos, todos relacionados entre sí de alguna forma, muertos por una arma muy poco usual? ¿Por qué la hija del comisario Jaritos ha de casarse? ¿Por qué el comisario turco con el que Jaritos debe trabajar, interrumpiendo a ratos sus vacaciones en Estambul, tiene una relación tan personal con Alemania?

Vaya, que la extensión de la novela no es muy grande aunque a ratos es muy enredada, pero es buena. Habrá que buscar otras novelas de Markaris que sean menos deslucidas que este brevísimo ensayo.



Petros Markaris.

Since the mid-nineties goes prowling the streets of the Greek city of Attica a police commissioner named Kostas Jaritos, a guy advanced in years and whose grace is very human: a labor past that seems –if not torment him, at least, make him uncomfortable, but from which he can get rid to keep going, and with the expressed and non-expressed doubts of a man has seen in the action of other people that make us human and state a difference between us and animals, as conscientiously evil.

I read this novel and I have very vague idea of the complexity of the socio economic, ethnic, political and power relations that prevail in that region of the world and I can only compare it with the life that I have, at this border, which also has a very interesting cultural and ethnic mixture. In fact, Petros Markaris, the author of the series, has said something that is essential to the crime novel: writing black novel is to use a vehicle to narrate the truth. Because writing crime fiction is not just inventing a story, I say to my son 12yo who write stories, is to have something to tell, usually something real, that can be narrated on the violence, speed, and surprise with reality happen. There is an excellent example of what I mean: the sinaloan writer Elmer Mendoza and his sometimes impossible, but always amazing, Edgar "Lefty" Mendieta, or Benjamin Black, apparent reincarnation of Raymond Chandler and his hard line detective Philip Marlow, aside to Hammett´s Same Spade, paramount of P.I.

Here a parenthesis: soon something about Mendoza in this blog. Once reading Mendieta´s adventures, I realize my bad polished character in the miniseries Balam published in this blog is just a speck of dust floating in a closed room that sunlight cuts. I will have to rewrite it.

Another parenthesis: It has given me the impression that it is a trend of new writers (ok, nwe is a sort of speaking) of black novel to use celebrity names to their detectives or other of his characters today, as John Connolly´s Charlie Parker or Benjamin Black´s Philip Marlow, discreetly related to C. Marlow, the playwrighter, but definetely related to Chandler's Marlow.

Returning to this novel Markaris.

Who is Maria Jambu? Why some Turkish and Greek citizens, al interconected somehow, appear killed by a very unusual weapon? Why Jaritos commissioner's daughter has married? Why the Turkish commissioner Jaritos have to work with, by times interrupting his own holiday in Istanbul, has a very personal relationship with Germany?

Say, the extension of the novel is not quite long  and at times is very tangled, but is good. One will have to seek other Markaris´ novels that, surely, are less dingy than this brief essay.


Text: Ricardo Marcos-Serna©

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