En 1966 un joven estudiante ingresó a la Escuela Preparatoria Nocturna Benito Juárez de Ciudad de México. Una fotografía que se conserva de él (tomada unos pocos años después), lo muestra con uniforme militar, sin galones ni medallas, las mejillas ligeramente abultadas, sonriente, mirando al horizonte, con la mano derecha apoyada en una árbol delgado, la pierna derecha ligeramente adelantada y con el cuartel militar de fondo. En el momento en que él ingresó a la escuela nocturna debió ser un poco más delgado.
Originario de Ixtaltepec, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, inició la educación primaria a los 9 años hablando sólo zapoteco. Esto debió representarle un obstáculo mediano ya que la mayoría de sus compañeros en el Istmo también hablaban zapoteco; pero entró a la secundaria de 19 años, después de un impass obligado por la situación económica.
En 1967 tomó un curso de literatura dentro del programa educativo de la Preparatoria. Y dentro de ese curso debió estudiar lo que era un soneto.
Soneto: del It. Sonetto y del Lat. Sonus, sonido. m. composición poética que consta de catorce versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. En cada uno de los cuartetos riman, por regla general, el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero, y en ambos deben ser unas mismas las consonancias. En los tercetos pueden ir éstas ordenadas de distintas maneras.
Ateniéndonos a la leyenda, cuando el maestro leyó los trabajos y llegó al de nuestro joven estudiante preguntó quién era el autor y, sorprendido y seguramente un poco avergonzado y temeroso, el muchacho se levantó. El maestro le hizo leer el soneto para toda la clase y después de concluido el último terceto, felicitó al mozalbete.
El soneto dice, a la letra:
La flor marchita
Cual hojas secas que arrebata el viento
pasaron ya tus días de primavera,
la vida para ti fue pasajera,
¡Oh, bella flor! No sabes cuán lo siento.
De haberte marchitado me arrepiento,
no quiero ni pensarlo tan siquiera,
pues sólo de pensar en tu quimera
la pena me arrebata el pensamiento.
Vivir sin tu fragancia cruel ha sido:
no puedo soportar el no tenerte
pues sólo de pensar que te hayas ido
dejándome tan solo con mi suerte
y al ver que no regresas ¡clamo y pido!:
no quiero más vivir, ¡venga la muerte!
Francisco Marcos–Toledo
Ciudad de México, 1967
Seguramente no es la más pulida obra de su género, pero cuando mi padre lo escribió hace ya tantos años y cuando yo lo escuché, de nuevo, recitado por su voz cascada por el cigarro y la edad, con la dificultad de pronunciación que la enfermedad y los años le han dejado, no pude menos que comprometerme a publicárselo en este espacio.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.
Te amo, papá.
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