miércoles, 13 de octubre de 2010

Los minutos negros, de Martín Solares

La memoria es el deseo satisfecho
Carlos Fuentes

A veces, la memoria parece fallar, pero la realidad es que el olvido sólo es una artimaña de la mente para protegernos. Uno se esfuerza tratando de recordar (con imprecisión, ciertamente) las cosas que nos dolieron y se recrea en la rememoración de las cosas que nos satisficieron. ¿Pero qué hacer cuando la memoria está nublada por los acontecimientos recientes? ¿Qué hacer cuando se quiere recordar y la realidad nos lo impide? Nada más que un ejercicio de voluntad.
Las últimas publicaciones del blog han tomado el camino del “análisis” y de la “reflexión”, cosas que suenan más a discurso político que a literatura. Basta de eso.
Yo no sé nada de literatura más que el hecho de que me gusta y disfruto leer y la poca formación académica que de literatura tengo se la debo a Enedina Cano Barrera (un abrazo) quién me mostró que la literatura es más que palabras, una tras otra.
Intentaba recordar un buen libro sobre el cuál escribir para incitar a que otros lo lean. Pasaron por mi cabeza títulos como México, tierra de volcanes, de Schlarmann, La lejanía del Tesoro y Cuatro manos, de Taibo II, Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, La ladrona de libros de Markus Suzak y hasta Cómo escribir y publicar artículos científicos, de Robert A. Day. Pero mis reminiscencias me encauzaron hacia Los minutos negros, de Martín Solares (Tamaulipas, México, 1970).
Existe un artículo Hugo Hiriart publicado en Letras libres de enero de 2007[1] que desmiembra puritanamente la obra. Si quieren leer a un literato antes de seguir pasando las frases de este ensayo, vayan al enlace que está debajo; si no, adelante: sigua leyendo (como dijo Cortázar: allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo)[2].
En los años 70 se ¿suscitaron? ¿acontecieron? ¿dieron? los asesinatos de muchas jovencitas en Tamaulipas, al Noreste de México. Todo apuntaba a la existencia de un asesino serial.
El Macetón Cabrera,[3] policía moderadamente idealizado y desmitificado (palabra de Hiriat en su ensayo) es el principal personaje involucrado en averiguar quién carajos está matando a esas jovenzuelas, en la novela.
El Macetón es un hombre tranquilo, entenado de un tío suyo al que mata otro asesino serial al que los médicos conocemos bien: la hipertensión.[4] Después de muerto su amigo y mentor, el Macetón mezcla sus recuerdos entre las enseñanzas del tío muerto, el recuerdo de Alfonso Quiroz Cuarón y el de Rigo Tovar.
Permítanme detenerme aquí: Quiroz Cuarón (Ciudad Jiménez, Chihuahua, México, 1910) fue, tal vez, el máximo exponente y (como los médicos solemos decir) padre de la criminalística mexicana. Primer graduado de criminalística de la UNAM, Quiroz Cuarón fue el principal propulsor del estudio del criminal como ente social anómalo y publicó infinidad de trabajos al respecto (me gustaría ver una cita del Dr. Quiroz en un capítulo de Criminal Minds).[5] Por otra parte, Rigo Tovar (Matamoros, Tamaulipas, México, 1946), fue un músico entregado al ritmo tropical (si es que Tamaulipas, México, localizado en latitud 27º40' a 22º12', longitud 97º08' a 100º08', se puede considerar un trópico), cuyas principales obras o, cuando menos, las que yo recuerdo más son El sirenito (Tovar R, El sirenito, en Rigo el guapo, Fonart, 1974)[6] y Mi matamoros querido[7] (Tovar R, Mi Matamoros querido, en Matamoros querido, Fonart, 1971), ambas grabadas con el conjunto Costa Azul.
Ambas referencias que, dice Hiriart en su ensayo, son más para dar marco histórico a la obra, forman parte central de la novela. A mí me importa poco: son personajes y eso me basta.
El Macetón se mueve en un ambiente que si bien está situado en el México de los 80, puede ser extrapolado al México actual, lleno de cadáveres, policías corruptos, narcos y “juniors”, hijos de estos últimos, fantoches, mamones, presuntuosos y torpes. Su mundo es el cabaret, el porche con unas chelas en la mano y los arrabales donde se encuentran los cadáveres de las mujercitas asesinadas.
Increíble similitud de las escenas de muerte de la novela con las de la realidad en Ciudad Juárez (suspiro, por la ciudad, no por las muertas), el desenlace es similar en las dos historias aparentemente ficticias: un allegado al poder es el responsable.
No me da empacho decir esto sobre el final de la obra. Si un extranjero lee esta novela no se sorprenderá del final y si es un mexicano el lector le parecerá muy próximo a la realidad.
Creo que es un libro disfrutable, de principio a fin.
Vale la pena leerlo y no cuesta más de 200 pesos (twenty USD) en Gandhi.
Mi querida Enedina Cano lo tiene autografiado por el autor con algo más que dedicatoria: un gato mitad cholo, mitad pachuco, dibujado por el autor de la novela.
Búsquelo, que se va a divertir leyéndolo.



[1] Hiriart H, Los minutos negros, de Martín Solares, consultado el 13 de octubre de 2010 en http://www.letraslibres.com/index.php?art=11624
[2] Cortázar J, Instrucciones para dar cuerda al reloj, editorial desconocida por el autor (perdón)
[3] Macetón, en México, es una expresión amigable para cabezón.
[4] Qué pretensión la nuestra: llamamos asesino serial o, más precisamente, asesino silencioso, a la hipertensión arterial creyendo que la enfermedad es enemiga del hombre, tomándonos en serio y como una afrenta personal que el hombre tenga que morir, como si nosotros fuésemos los adalides de la vida. Dice García Márquez en El amor en los tiempos del cólera: cada quién es dueño de su propia muerte y, llegado el momento, lo único que el médico puede hacer es ayudar al paciente a morir sin miedo ni dolor. ¿Por qué, entonces, tenemos esa actitud de ganarle a la muerte? ¿Es que el médico debe tomarse como afrenta personal que la muerte sea la consecución de la vida?
[5] Pueden encontrar la obras del Dr. Quiroz en http://openlibrary.org/authors/OL666917A/Alfonso_Quiroz_Cuaro%CC%81n
[6] Video en  http://www.youtube.com/watch?v=QhI0gIKi0Xk No es el mejor video que hay en Youtube, pero es el que se escucha mejor.
[7] Video en http://www.youtube.com/watch?v=VB74CYqX3_Y&feature=fvw que es donde mejor se escucha.

ADD: pueden leer una reseña en inglés de este mismo libro en 
http://writersoftheriogrande.com/2010/11/the-black-minutes-review-by-edgardo/
un blog que vale la pena visitar.

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