jueves, 4 de diciembre de 2008

La fiesta del Chivo

LA FIESTA DEL CHIVO, Mario Vargas Llosa.
Rafael Leonidas Trujillo Molina, militar de carrera entrenado por los marines (a quienes profesa un respeto inconmensurable), llegó a gobernar la República Dominicana en el largo periodo comprendido entre 1930 y 1961. Benefactor de la Nación, Padre de la Patria Nueva, el Chivo era más que un simple dictadorzuelo de república bananera: dueño de vidas, conciencias, cuerpos (en sentido amplio esto último) de millones de dominicanos, el hombre que no buscaba el poder por la riqueza sino por el poder mismo compraba a los hombres y las mujeres por medio de regalos, de prebendas o, en el peor de los casos, de homicidios; llegó a ser temido por los mismos gringos que lo entrenaron y que, como sucedería con Manuel Antonio Noriega en Panamá en los años 80, ellos mismos ayudaron a despojar del poder.
La historia ocurre en diferentes tiempos, narrada por un tercero en cada uno de ellos. Primero, Urania Cabral (hija del ex presidente del Senado, Agustín Cabral, caído en desgracia con Trujillo por los oscuros motivos que mueven a éste) nos muestra a través de los ojos del narrador su regreso a la República Dominicana después de treinta y cinco años de exilio en Estados Unidos, buscando los motivos que llevaron a su destierro. Durante este viaje por la memoria, Urania descubre al lector verdades de la vida dominicana, la cual giraba no en torno al sol, sino a la torcida voluntad del Padre de la Patria Nueva, la mayoría de las cuales no eran agradables. Por otro lado, la espera desesperante de un grupito de conspiradores en la vera de la carretera, esperando la aparición del Chivo, para segarlo como se siega una mala yerba. Cada uno de estos hombres le permite al narrador nos ponga al tanto de los motivos por los que están ahí, arriesgando no sólo la propia vida, sino la de cada uno de los miembros de sus respectivas familias en caso de que el plan falle, en caso de que sea cierto eso de que el Chivo tiene poderes sobrenaturales. Antonio Imbert, Antonio de la Maza, el teniente Amado García Guerrero y Salvador Estrella Sadhalá son los que han de materializar la muerte del Chivo. Mientras esperan, cada uno de ellos muestra la historia de sangre que los une a Trujillo (sí, la sangre es el vínculo preferido por el dictador para ganar la voluntad de los hombres), cada cual tan real como la de los otros. A través de la descripción de sus historias se va enmarcando la verdad de la vida dominicana de esa Era (la Era de Trujillo), la sangre, el miedo cerval, la incertidumbre y la opulencia, el poder y la inmunidad, dependiendo de qué lado de la barrera se encontrara uno en un día determinado. Por otro lado, acaso el más importante de la narración, Su Excelencia, el mismo Rafael Leonidas Trujillo Molina, Padre de la Patria Nueva, Benefactor de la República, presidente de facto, primerísima cabeza del Ejército Dominicano, dueño de esa parte del Caribe, nos deja acompañarlo en el último día de su vida, desde su despertar sobresaltado a las 4 de la mañana hasta su último viaje a la Casa de Caoba. Pero es durante este día que uno puede conocer, temer y odiar a Trujillo. Desde sus orígenes negros africanos de Haití, pasando por la matanza de haitianos de Dajabón el 2 de octubre de 1937, hasta su muerte el 30 de mayo de 1961, Vargas Llosa nos lleva de la mano por la vida, las conspiraciones, los enjuagues y los homicidios de Trujillo.
De entre los personajes quiero rescatar no a Urania Cabral o al mismo Trujillo, no al Turco Estrella Sadhalá ni a Pupo Román o Ramfis Trujillo, sino al jefe de Servicio de Inteligencia Militar, Johnny Abbes García. Oscuro personaje nacido de la relación de un gringo alemán y una dominicana, Abbes García es uno de esos personajes que uno recuerda y menciona por el nombre completo. Se dice en la historia que Joaquín Balaguer, presidente fantoche hasta 1961, lo descubrió leyendo un libro de torturas chinas por los pasillos del palacio de gobierno; de algún modo, esa información llegó a oídos de Trujillo quien, tras un pálpito, lo acercó a su lado y, eventualmente, hizo coronel del ejército de un momento a otro. Abbes García cumplió con su misión de manera eficiente y discreta; esa misión consistía no sólo en espiar a los detractores del régimen dentro de la Dominicana, sino la manufactura de atentados contra otros presidentes de países Caribeños, la constante campaña de terror contra los mismos dominicanos dentro y fuera del país, la presión psicológica a miembros del gobierno, la tortura de los detenidos. Johnny Abbes García asistía personalmente a esas sesiones acaso participando activamente. Sobre ese personaje recayó la responsabilidad de descubrir a los conspiradores responsables de la muerte del Chivo y el exterminio de los sobrevivientes y sus familias. Al final, desterrado de la Dominicana, Abbes García llegó a Haití para ofrecer sus servicios como espía y torturador a Papa Doc, François Duvalier. Después de un tiempo, Duvalier decide deshacerse de Abbes García usando los mismos medios de los que el ex jefe del SIM se sirvió mientras lamía las botas de Trujillo. Acaso lo más relevante de la historia de Abbes García es lo cíclico de la misma.
Editada por Alfaguara y Punto de Lectura, La fiesta del Chivo es, en resumen, una excelente novela histórica que vale la pena tener en el librero. Llena de emociones fuertes (algunas incluso tan bárbaras que cuesta creer que hayan sido reales) puede herir susceptibilidades en el tipo de personas que cree que cerrar los ojos a estas historias las elimina de la realidad. Es una buena obra de consulta si lo que usted quiere es iniciarse en el estudio de la historia latinoamericana del siglo XX.

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