jueves, 30 de julio de 2009

Los relámpagos de agosto


Jorge Ibargüengoitia

Recién terminada la Revolución, la nación en poder de la cúpula militar que dirigió la revuelta, los generales se reparten el país a priori, escogiendo qué Secretaría de Estado, qué Ministerio le ha de tocar a cada uno cuando el saliente presidente haya repartido entre ellos su herencia política.
Pero nadie contaba con que el Presidente muera súbitamente sin haber dejado el país repartido entre sus fieles Generales.
El General de División José Guadalupe Arroyo acude a las exequias del Máximo Mexicano y durante ese viaje desde la provincia hacia la capital para acompañar a la viuda y, de paso, ver que se le entregue la Secretaría de Guerra y Marina, es víctima de un atraco por parte de otro General, antagónico este al grupo de Arroyo, políticamente incorrecto, como se estila decir ahora, quien le roba dos pistolas con cachas de plata. Arroyo, atravesado como todo norteño, jura que, eventualmente, dará su merecido al ladronzuelo.
Sin embargo, la vida y los enjuagues políticos, ponen al otrora poderoso grupo del General Arroyo, el mismo al que pertenecía el recién muerto Presidente, en la posición opuesta, dejándolos como elementos incómodos al gobierno, poniéndolos en la mira de las pistolas de los asesinos del poder, inventándoles conspiraciones y alzamientos que justifiquen el que se les de muerte al estilo porfiriano, en caliente.
Mordaz como nadie, Ibargüengoitia narra la tragedia política mexicana post-revolucionaria de un modo ameno, preciso y atemporal, dejando al descubierto los recursos que usaron, las pasiones que defendieron y los fines que persiguieron los llamados Generales Presidentes y sus cortesanos, dueños del país que dejó la Revolución, convulso, ávido de poder, incapaz de encauzar sus recursos en el bien común, manejado por unos pocos que concentraban todo el poder y unos muchos sin poder alguno pero, todo esto, al estilo mexicano: corrupto, por debajo de la mesa, intrigante, vedado a la vista pública, atrabancado, priísta. Pero la narración, más que el contenido y las alusiones diáfanas de Ibargüengoitia, son lo rescatable de esta obra.
Los relámpagos de agosto fue publicado originalmente por Joaquín Mortiz en 1965 y desde entonces sus escasas páginas han ganado el peso que el tiempo da a las obras de excelencia.
Si es que queda alguien en México que no lo haya leído, vale la pena que lo busque. Para los extranjeros, una revisión de esta obra daría un panorama diferente de la política mexicana.
Disfrútenlo.

lunes, 27 de julio de 2009

Pueblo de madera


Por Ricardo Marcos-Serna

San Miguel de Cruces es un pueblo en la sierra de Durango que tiene un aserradero en el que trabaja casi toda la población.
Tal vez por el frío que cala hasta los huesos, tal vez por escapar de la cotidianeidad de sus amores conyugales, tal vez porque no hay otra cosa que hacer, los maridos engañan a sus mujeres quienes, sumisas, desean en silencio a otros hombres sin atreverse del todo a pagar con la misma moneda la traición que sufren.
Pero no son las pasiones de los adultos las únicas que se muestran como la bruma, sino también las de los niños que, una vez acabada la escuela primaria, se ven ante la posibilidad de seguir estudiando o de comenzar a trabajar en el aserradero.
Dos de estos niños son amigos entrañables y pasan su tiempo libre en dos actividades primordiales: pasear por los bosques de la sierra, imaginando que los atacan tigres de bengala y en el cine, soñando, mientras ven las imágenes en blanco y negro, que es El Santo, Enmascarado de Plata, quien los salva del tigre que los acechaba en el bosque.
En un pueblo aislado de las comunidades más grandes, poco hay que hacer para la juventud, aparte de cortar troncos. El salón de billar, las cervezas que saben a gloria a pesar del frío o por el frío mismo, los salvan del hartazgo. Esperan con ansia los bailes de salón (un bodegón con suelo de tierra apisonada) en el que un cuarteto de música de polka los anima y ellos bailan con mujeres que no siempre son sus esposas. Y sueñan. Uno de ellos sueña que se encuentra en la sierra con su ídolo, Mario Almada, transmutado en villano al estilo del viejo oeste, con una gabardina de cuero, colt al muslo, sombrero de ala ancha como el de Rolando de Gilead, un pistolero, pues, que le dice:
-No, muchacho… yo maté a tu padre, pero no fue a traición. Fue de frente, como a los hombres.
El que sueña con el duelo usa un pañuelo anudado al cuello, negro como su chaleco que contrasta con la inmaculada camisa. El bigote recortado y fino tiembla ligeramente por la indignación que atizan las palabras de ese viejo pistolero. Al fondo, los peñascos servirán de marco para la escena de western que viene.
-Desenfunde.
El viejo pistolero, impertérrito, responde:
-Ya estoy cansado de pelear, muchacho.
Esto no se puede tolerar, piensa el novel pistolero. Iracundo pero guardando la compostura, le dice, con desprecio:
-Es usted un cobarde…
La mano rápida del pistolero ha soltado la cintilla de cuero que rodea el martillo de su colt, en un movimiento elegante y natural.
-Si así lo quieres… -dice con sorna, sabedor de su superioridad. Ambos dan pasos cautos hacia atrás, cinco, seis, sin quitarse las miradas de encima. Están a distancia apropiada. Este San Miguel de Cruces es demasiado chico para los dos…
Como en cada pueblo y en cada barrio, en San Miguel de Cruces hay un loco, un borracho y un poeta. El Malecho es el loco del pueblo. Dicen que trabajaban en un mineral cuando era muchacho y que la mina se vino abajo con él dentro. Tardaron días en rescatarlo y cuando salió sorprendió a los hombres por el simple hecho de estar vivo. Pero más los sorprendió el que les hablara con una voz que ya no era de muchacho, sino de hombre. ¿Qué dijo? Eso no es importante. Ahora, años después, El Malecho vive de las dádivas de una buena mujer que le regala lonches, menudo, cecina, un taco. Ella es la dueña de la fonda del pueblo. El Malecho la ha soñado embarazada a pesar de que ella debe tener más de 60 años.
Un grupo de enmascarados camina pausadamente por las veredas de la sierra. Son seis y usan colores festivos: azul la máscara, roja la capa, amarillos los pantalones y todas las combinaciones posibles. Cargan rollos de lo que parecen ser mantas. Cuando pasan junto al Malecho, que los mira con veneración, parece que fueran en procesión… solemnes, silenciosos, con parsimonia. Extienden sus mantas en el suelo y comienzan a hacerse llaves, tomas de referee, candados al cuello, la Tapatía, la doble Nelson, la Quebradora… están practicando y soñando con que sus habilidades luchísticas los llevan a Durango, hasta México y, ¿por qué no?, hasta los Estados Unidos.
Un fuereño llegó a San Miguel de Cruces y consiguió posada en la casa de la tendera. Miserable estanquillo hecho, como es resto del pueblo, de madera completamente, oculta una casa de exquisito gusto campirano, con zoclos, duelas y techos de maderas nobles que la tendera oculta tras la fachada de miseria del tendajón.
El que sueño con ser pistolero ha comprado una Smith & Wesson 0.38 y se solaza con sus amigos disparándole a botella vacías de cerveza. Cuando encara a las malvadas Coronas, su ensoñación regresa… pero la película tiene el encanto de que no es la misma escena repetida, sino la misma secuencia re-actuada. Y cada vez que el personaje se ensueña con ella, debieron re-actuarla y jamás repiteron más que los diálogos. Después de tirar y acertar a su blanco, uno de sus amigos, el borracho del pueblo, le insinúa un robo.
El fuereño sale de la casa del fotógrafo al que le ha encargado una foto retocada de esa mujer a la que su esposo engaña cuando es detenido por la Judicial del Estado. En una escena surrealista, donde los actores son sólo siluetas recortadas contra una pared de madera a través de la cual se filtran los rayos del sol, el fuereño es golpeado para sacarle una confesión. Pero él no ha sido el ladrón, sino los otros, los de la pistola. El borracho del pueblo, otro más de los personajes sin nombre de esta película, paga en la fonda con una moneda de plata de las que fueron robadas en la tienda.
Al ser detenido y llevado al mismo potrero donde el fuereño fue golpeado, confiesa quién le acompañó en el robo. Así, el que sueña con ser pistolero decide escapar gracias a que uno de los niños del pueblo le avisó que su amigo estaba siendo detenido por la policía. Él confiesa haber robado junto con el detenido y se va a la aventura seguido por el poeta del pueblo quien decide partir en esa aventura ya que él no tiene nada en ese pueblo.
Todas estas historias y cerca de una docena más que son narradas simultáneamente son contadas alrededor de la historia de dos de los niños que se graduaron de la escuela, uno de los cuales será metido a trabajar al aserradero para ayudar con el gasto de la casa y el otro irá a Durango a seguir estudiando.
Esta película escrita y dirigida por Juan Antonio de la Riva y Francisco Sánchez, fue la tesis de de la Riva para graduarse de un centro de estudios cinematográficos que, honestamente, no recuerdo cuál.
Producida por IMCINE en 1990, Pueblo de Madera es una de las primeras y mejores cintas del llamado Nuevo Cine Mexicano que tuvo su auge a mediados de los 80 y principios de los 90 y fue merecedora del premio al mejor largometraje con mención especial del jurado en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, premio al mejor guión y el tercer premio coral del Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano, todos en 1990.
Más allá de los premios que se le hayan dado o dejado de dársele, es un excelente película llena de nostalgias propias y ajenas que sólo son describibles en el campo de la emoción y que, por tanto, quedan fuera del campo de la palabra.
Mirándola, uno vuelve a sentir el sabor del menudo, el olor de los bailes, la fragancia de los pinos, el frío en los huesos a pesar de un sol brillante. Habría que haber estado allí.

viernes, 24 de julio de 2009

Por fin..!

Ya está habilitado el Cbox para que deje sus comentarios. Gracias.

El Cuarto Poder


Por Ricardo Marcos-Serna

La transmisión de noticias acompaña al hombre desde sus orígenes y no es sorprendente que se haya convertido, con el paso de los años, en una actividad bien organizada que, en la actualidad funciona bajo la premisa: knowledge is power, saber es poder.
En Roma, en siglo I a.C., Julio César ordenó que las actualidades del imperio fueran publicadas cada mañana en lo que llamaron Acta Diurna, probablemente el primer periódico del planeta. La difusión de las noticias durante el Medioevo se realizaba en libelos de manera gráfica y oralmente por los trovadores, heráldicos individuos que, en sus andanzas por los imperios, llevaban noticias de una villa a otra, cantándolas o narrándolas a una audiencia atónita que, en retribución, daban a los cantores un mendrugo o una moneda. Durante el Renacimiento, en Venecia se publicó un acta al estilo de la romana y se le vendía por las calles al costo de una pieza de la moneda corriente, llamada gaceta.
Las noticias fueron impresas y difundidas a baja escala hasta el año 1605 en que Johann Carolus publicó el primer periódico en el sentido moderno de la palabra.[i] Con el nacimiento de los diarios, empresas completamente dedicadas al periodismo, la difusión de noticias pudo llegar a más personas cada vez. El ciudadano común podía enterarse de la actualidad de su localidad mientras desayunaba, camino al trabajo, en la misma oficina donde ganaba el sueldo, en la casa, por la noche, mientras olvidaba su cotidianeidad y se involucraba en la vida de otros que, muchas veces, se encontraban en ciudades lejanas.
A principio de los años 20 se realizó la primera transmisión de noticias radial de la historia. Bienintencionados, los periodistas vieron en la radio la posibilidad de que las noticias llegaran a más personas cada vez y, seguramente pulularon, como en la actualidad, decenas de programas de noticias, en diferentes estaciones, en diferentes ciudades, cada vez con más poder radial y abarcando un área geográfica cada vez más grande. Hasta que llegó la televisión.
El periodista, siempre anhelante de que su información llegara a más personas, encontró en la televisión un agregado al contenido de la noticia: la imagen. Aún cuando podía ser muy romántico sentarse en corro a escuchar las noticias de la radio, la televisión atrapó en su magia a la audiencia que gustaba de ver en la pantalla las cosas que le eran familiares tanto como las que le eran completamente desconocidas. Eventualmente, la transmisión de noticias televisadas y radiadas dio origen a corporaciones monstruosas que se dedicaban única y exclusivamente a transmitir noticias locales, regionales, estatales o nacionales.
Pero con la posibilidad de ofrecer noticias a una audiencia cada vez mayor e informada, los reporteros se vieron en la necesidad de especializar sus informaciones creando el periodismo de nota roja, el deportivo, el social, el cultural y el plítico y concluyeron, también, que una nota debía proveer novedad, porque a nadie le gusta escuchar la misma noticia repetidamente; la información debía (preferentemente) cumplir con el requisito de la proximidad porque siempre es más atractivo saber cosas que le suceden al vecino o que han ocurrido en la misma ciudad que las que ocurren al otro lado del país; las noticias debían ser, también, de tamaño considerable refiriéndose a que debía existir una proporcionalidad adecuada entre la nota a ser difundida y el tipo de difusión que se le daba. La noticia debía ser, así mismo, relevante para la comunidad a la que se le ofrecía y debía ser ofrecida con una periodicidad adecuada, por dos razones principalmente, primera, que las cosas que afectan a una comunidad en particular reciben más atención que las que afectan a la comunidad cercana y que la repetición de una nota incesantemente le proporciona la cualidad la habituación, es decir, que deja de ser noticia y se convierte en hecho cotidiano. Aquí surgió otro problema al que el periodista debía enfrentarse: ¿es una noticia noticiable? Qué tanto impacto tendrá una nota en un grupo social al que se dirige depende en gran medida de qué tan involucrada esté esa comunidad en el hecho a ser contado. La mera descripción de una inundación en las vecindades de una villa rural no será relevante a menos que la misma inundación haya acabado con las tierras de cultivo, anegándolas, afectado el trabajo y el futuro de la comunidad a la que se le ofrece la nota. El factor humano es otro elemento esencial de la noticia ya que los hechos que afectan al ser humano, directamente, nos producen mayor impacto. Pocas personas consideraron al daño en la capa de ozono una amenaza real, porque estaba lejos, en el polo norte, afectando focas y osos polares, hasta que los cambios climáticos empezaron a afectar nuestra salud y nuestra vida cotidiana. Por último, la noticia y su difusión deben estar en proporción directa a la notoriedad de los implicados en la misma. Permítaseme el ejemplo de un bolero que ha sido premiado con 10 pesos por haber hecho el mejor trabajo de su gremio. Piense ahora en un presidente municipal que se ve inmiscuido en un lio de faldas. Todo se basa en la proporción. Y este esquema es aplicable a todos los métodos de difusión noticiosa.
Pero el simple hecho de presentar noticias no es lo que nos atañe, sino el hecho de cómo se presentan esas informaciones. El periodismo, a la luz de lo que hemos dicho, es una actividad que tiene por elementos la colección, síntesis, jerarquización y difusión de un hecho de actualidad. Lo de ayer no es noticia. El reportero se encarga de recolectar la información y debe presentarla a su editor quien, jerarquizándola en base a un (muy subjetivo, creo yo) sistema de valores informativos, decide cuáles notas serán publicadas y cuáles no. El editor es el intermediario entre la noticia y la audiencia y la información puede llegar a esta última de dos modos, como verdad o como mentira. Acaso también como media mentira. La censura, ese gran mal que nos ha aquejado y ha acompañado a los gobernantes desde que la información se difunde por medios masivos, limita no sólo la veracidad de la información, sino también su objetividad. Es la objetividad la demanda no formulada al reportero de que se haga responsable no de lo que se informa, sino de cómo se informa. Ya Heráclito apuntaba que es imposible bañarse dos veces en el mismo río porque el agua es distinta a cada instante y la objetividad en la noticia es pretender congelar el momento actual. Una noticia está plagada de matices, de puntos de vista, de sentimientos de afectación o de culpabilidad tales que es difícil ser objetivo ya que los que es políticamente correcto ahora puede dejar de serlo el instante siguiente.
El editor recibe, dijimos, las notas del reportero y las jerarquiza, es decir, decide cuáles son publicables y cuáles no basándose en el criterio editorial (vaya cosa compleja: qué tipo de línea informativa sigue la revista, qué tendencia política tiene la estación de radio o a qué población –por horario y locación– se dirige esa nota). Una vez decidido qué notas ha de publicar, el editor debe exigir fuentes de esa información (la cita de fuentes es la protección del reportero contra la calumnia) las cuales, de ser fidedignas en relación al hecho a contar, serán las que avalen o declinen la nota. Si la nota se refiere a una pelea en un mercado, la fuente más confiable de la información sobre cómo quedaron los restos de los tenderetes, qué palabras se dijeron los implicados y qué ropa usaba cada uno de ellos, será la marchanta que atiende el puesto frente al cual se liaron a golpes los actores del drama. Un político poco sabrá sobre el tema y tal vez jamás haya pisado un mercado. Es decir, que las fuentes deben ser fidedignas y esto no se refiere a la honorabilidad de la fuente, sino al hecho de su presencia o su involucración en los hechos. Debe decidirse por qué una fuente es fidedigna y por qué otra no pero, de nuevo, la validación de las fuentes será hecha de manera subjetiva. Si una nota es rechazada o publicada, ambas posibilidades quedan en relación a la intencionalidad del informador.
El cómo se presenta la información también es importante. Los reporteros deben evitar el uso de circunloquios, evitar el uso del yo, utilizar un lenguaje adecuado a su audiencia y evitar, en la medida de lo posible, la expresión del sentir personal.
El lenguaje del reportero o del informador debe ser claro, sin ambigüedades peligrosas que tengan el potencial de confundir al público. Los hechos, soportados por fuentes fidedignas, deben ser expuestos a la audiencia de manera llana, tal y como sucedieron, sin dar pie a la expresión de opiniones personales o grupales. Si el reportero deja de lado este precepto básico, dejará de ser un informador y se convertirá en juez y parte, lo cual es inaceptable. La noticia debe ser presentada, además de con fuentes, con testigos presenciales o con participación de los actores principales.
Ante la complejidad de la difusión de noticias, Walter Lippman[ii] dice que el periodismo debe ser un traductor entre el público y los actores de la noticia. La palabra clave es traductor porque Lippman considera que la audiencia es incapaz de entender las notas. Por otra parte, John Dewey[iii] dice que el periodista debe, simplemente, pasar la información pero considerando las consecuencias ya que la audiencia no sólo es capaz de entender las noticias, sino de aceptarlas o declinarlas de manera pública. Ambas posturas dejan en claro que una parte esencial de la difusión de la información es quién la difunde tanto como quién la escucha.
La ONU, a través de la UNESCO, publicó en 1983 los Principios Internacionales de Ética Profesional del Periodismo[iv] en los que afirma que: es esencial el derecho del público a la información verídica, el periodista debe adherirse a la realidad objetiva porque tiene una responsabilidad social, debe asegurarse la integridad social del informador y debe haber acceso y participación del público en los asuntos estudiados; los periodistas están obligados a respetar la vida privada y la dignidad del hombre sobre el cuál informan y deben tener un alto respeto de los intereses del público. El principal compromiso del periodista es con la verdad ya que su principal lealtad recae en los ciudadanos. La esencia del trabajo periodístico es la disciplina de la verificación de los datos que habrán de ser publicados sin que el informador establezca ninguna otra relación con los individuos que generan esos datos, es decir, que no puede ser acusado y fiscal al mismo tiempo. La noticia debe servir como un foro público para el debate, la crítica y el compromiso porque es inútil informar a un público no crítico.
Es decir, que el periodista debe informar sobre hechos verificables de interés público sin que caiga en la trampa de la expresión de opiniones personales, de modo claro y conciso, permitiendo que el escucha o lector cree sus propias conclusiones a partir de la información ofrecida de modo imparcial.
Objetividad, imparcialidad, veracidad y responsabilidad son palabras vacuas en el periodismo actual entendiéndolo como el Cuarto Poder. Los noticieros, los periódicos, los deportes, los espectáculos y todos los medios de difusión son tendenciosos inherentemente. Mientras sea un ser humano el que narre un hecho será imposible que no deje entrever sus opiniones personales ya con palabras o con gestos.
Los diarios muestran imágenes denigrantes, los telediarios latinoamericanos se complacen en manifestar lo peor del ser humano, cuerpos torturados, mutilados, vejados, imágenes de Primer Impacto, que causan Alarma!, que se repiten de manera Universal, que recorren La Prensa siendo lo más Gráfico posible, dejando de lado el poder que Siempre! ha tenido la palabra que puede ser, más que un vehículo para recordarnos que somos predadores de nuestra especie, una vía para recordarnos que hay cosas de las que sí vale la pena escribir.
Los diarios americanos, acaso presionados por su Gobierno, nos vendieron la idea de las armas de destrucción masiva de Hussein, la crueldad de Bin Laden. Los telediarios mexicanos se solazan en amedrentarnos con el cuento de que ahí viene el Cártel y nos va a llevar, de que hoy se dispararon tantos balazos en Michoacán, mire Usted las imágenes, de que hubo una pelea entre dos grupos religiosos que acabó en el linchamiento de dos policías (fotos cruentas, páginas centrales). Imágenes que los pequeños ven, con las que están habituados a crecer. En Ciudad Juárez, después de un homicidio, la gente se junta para recoger casquillos y tener un recuerdo, se queda mirando el cadáver para poder salir en la tele cuando lleguen las cámaras, vive esperando ser noticia sin ser el muerto o el asaltado.
El Cuarto Poder debería servir al pueblo, no adormecerlo.
No existe tal cosa como el periodismo socialmente comprometido en México. Lo que existe es una caterva de licenciosos manejadores de la información bajo oscuros designios ordenados por mentes retóricas.
Es indispensable que le sea quitado a la prensa el poder que tiene y que se le convierta en un instrumento de información, no en un circo de sangre y tetas grandes como es hoy.
Solamente dejando de consumir esos productos dejarán de producirse. ¿El Cuarto Poder? La sociedad comprometida debería ser el Primer Poder.
Es cierto que la información es poder. Pero la información libera o adormece. ¿Cómo vamos a usarla?
[i] Kilmann R, Prensa: 400 años Pareja! En World Association of Newspapers, 1 marzo 2005, París, http://translate.google.com.mx/translate?hl=es&langpair=enes&u=http://www.wan-press.org/article6466.html&prev=/translate_s%3Fhl%3Des%26q%3Djohann%2Bcarolus%26tq%3Djohann%2Bcarolus%26sl%3Des%26tl%3Den
[ii] Escritor y periodista estadounidense, escribió en el New York Herald Tribune
[iii] John Dewey fue un filósofo norteamericano cuya principal idea era la unidad entre la teoría y la práctica
[iv] Periodistas, Periodismo y Medios de Comunicación en Internet, PRESSNET, http://www.pressnetweb.com/RECURSOS_PERIODISTICOS/ETICA_PERIODISTICA/CODIGOS_ETICOS_DEL_PERIODISMO_Y_LOS_MEDIOS_DE_COMUNICACION/INTERNACIONALES_CODIGOS_ETICOS/etica_periodismo_deontologia_codigos_eticos_internacionales_1.htm
Crédito de la imagen: http://esperandoalosbarbaros.files.wordpress.com/2009/06/periodista1.jpg

viernes, 17 de julio de 2009

Perros de paja


En aquel año de 1971, Perros de paja compitió en los cines con Harry el sucio, La naranja mecánica y La conexión francesa. Los alucines de Kubrick y la violencia de Clint Eastwood además de la elegancia de Gene Hackman no pudieron vencer la determinación del modesto profesor David Summer quien, harto de la guerra, decide volver a su hometown junto con su esposa Amy para trabajar en teorías matemáticas que jamás se explican y que son solamente comparsas.
En Cornwall, como en toda péqueña aldea y en todo barrio, hay un borracho, un loco y varios vagos. Summer conoce al primero durante una discusión en un pub al que el profesor había entrado a comprar cigarrillos. Se percata del segundo cuando sale del pub y se encuentra con los terceros tanto al subir a su carro como al llegar a la granja Trencher, sitio que ha comprado para dedicarse a su trabajo.
Sería injusto decir que Amy es quien provoca la violación de la que es objeto aún cuando su coqueteo para con los muchachos aumenta y declina según pasa el día.
Semanas después de haber sido violada, Amy y David Summer acuden a una cita en la iglesia local, una fiesta patronal acaso, en la que también está Henry Niles, el loco del pueblo. Un muchachita coquetea con él y salen a caminar. Cuando el padre de la muchacha, el mismo borracho de la pelea en el pub, busca a su hija y se da cuenta que ha salido con Henry Niles (hermano del alcalde), la busca ayudado por los violadores de Amy. Niles, torpe más que loco, trata de acallar los gritos de la muchachita y termina asfixiándola por lo que sale a la niebla, confundido.
Amy se ha sentido mal en la fiesta al ver en ella a sus violadores y pide ser llevada a casa. David y ella van entre la espesa niebla conduciendo cuando, de la nada, aparece Henry Niles y es arrollado por el auto. David decide llevarlo a su casa para desde ahí llamar al doctor. Los borrachos los buscan, sabiendo que está en la granja Trencher. Amy ha callado. David ignora lo que pasa. Henry está gravemente herido.
Pueblo chico, infierno grande, dice el refrán y esta historia lo confirma.
Las pocas luces de los campiranos, la efervescencia de los deseos de las mujeres, la deficiencia de Henry, el alcohol y el carácter pendenciero de los jóvenes del pueblo la determinación del profesor hacen del final de esta película un excelente fin para una historia trágica desde sus inicios.
David Summer (Dustin Hoffman), Amy Summer (Susan George), Henry Niles (David Warner), Charlie Venner (Del Henney, el violador) y los otros personajes de este drama, hicieron, bajo la dirección de Sam Peckinpah una excelente película que, carente de espectaculares cadáveres volando por los impactos de una Magnum .44, sin las intrigas de los espías de la KGB y sin los ropajes y el lenguaje nadsat de Alex y sus drugos, se ganó a pulso un lugar en mi cineteca personal.

martes, 14 de julio de 2009

Qué estará pasando?


No sé si la tecnología sea absoloutamente incompatible conmigo o que el servidor de Blogger no está permitiendo que se publiquen comentarios, pero el caso es que un amigo me dijo que leyó en este bloog un comentario (gracias) de alguien (quién sabe quién?) que leyó la entrada que hice a El tambor de hojalata de Günter Grass, pidiendo más información.

La cosa es que yo jamás leí el comentario (por lo que ofrezco una disculpa) y, en consecuencia, jamás publiqué una respuesta.

Para que eso no suceda nuevamente, ofrezco mi correo electrónico para que hagan los comentarios.

Mientras, trataré de averiguar cómo publicarlos en la página del blog. Saludos.

Dr. Ricardo Marcos-Serna, rmarcosserna@gmail.com

miércoles, 8 de julio de 2009

La Idea


En principio, parece un acto de lo más sencillo: una idea plasmada en papel. Sin embargo, cuando se considera que el acto es mucho más que puro hecho, cuando se entiende que el resultado es el último eslabón de una cadena de eventos no aleatorios que iniciaron con la Idea, entonces uno comprende lo complicado que puede resultar.
Se comienza con una idea que puede estar relacionada o no al hecho a ser contado. Puede ser, por ejemplo, que la visión de un perro en la calle que lleva en el hocico un pan desencadene una secuencia de razonamientos representados por palabras que, al final, expliquen las diferencias entre las clases sociales de las colonias Voceadores y Del Valle de Ciudad de México. O puede ser que el hecho del perro que pasea con un pan en el hocico sea mencionado en la redacción como el simple momento en que un perro sin pretensiones pasea con un pan cualquiera en el hocico por una calle modesta. Pero puede suceder que la idea sea demasiado abstracta como para que pueda ser diáfanamente presentada al lector y se recurrirá, luego, a la treta de la representación simbólica o de la secuenciación de hechos aislados que culminen en un clímax unísono que sea, finalmente, la exposición de una tesis que apoye existencia de la idea o la destrucción de la idea misma.
Así, tenemos que entender que no es sencillo trabajar con ideas porque son la quintaesencia de lo abstracto. No se les puede moldear, golpear, malear, colar, tamizar, calentar, enfriar, sublimar, teñir, decolorar ni, de modo alguno, someter a ninguno de los verbos relacionados a las actividades artesanales. Sólo hay registro de un artesano de la idea que ideó a un artesano de ideas que, de hecho, simplemente se dedicaba, artesanalmente, claro está, a reparar cuentos.[1]
La Idea es, decíamos, materia no material del quehacer intelectual, del arte. Y su vehículo es, en uno de los siete casos, la palabra. La Idea puede ser difundida por otras vías, en forma de sonidos (arpegios, melodías, sones, estrofas), imágenes en movimiento (drama, comedia, acción, romance), formas estáticas (mármol, cantera, yeso, metal), colores (lienzo, piel, acuarela, aceite, carboncillo), cuerpos en movimiento (ballet, polka, pasodobles), diálogos actuados (monólogos, interlocuciones, luces, tramoyas) y, finalmente, símbolos escritos que, puestos en un orden determinado, adquieren un significado que, a pesar de los conscientes y grandes esfuerzos que el que los ordena realiza, puede ser interpretado de manera diametralmente opuesta a la que quiso imprimírsele originalmente.
Todo es consecuencia del símbolo. El símbolo que encierra la Idea.
Si, gracias al entrenamiento literario o una azarosa coincidencia, el escritor es capaz de definir su Idea, enfrentará el segundo paso de la creación: la elección de los símbolos escritos (léase: palabras) que han de ser vehículo para la transmisión de la Idea, fin último de este arte que es escribir. Así, el escritor (según mi cartesiano punto de vista) tiene algunas opciones que se ramifican, básicamente en dos, cada una: el lenguaje a utilizar ha de ser florido, plagado de circunloquios o sucintas alegorías gramaticales capaces, per se, de colocar al autor en el Olimpo de los rompeteclas. La vía alterna es la del lenguaje llano, al alcance de todo tipo de lector, el que usa palabras sencillas que representan las ideas claramente, sin frases domingueras y rebuscadas que nomás sirven para adornarse y que la raza diga: como que está demasiado elevado para mí…
Otra opción es que el escritor tenga absolutamente nada de respeto por las formas oficiales y que use el estilo que más le plazca tomando, como Rousseau, su partido en la historia. La contraparte de esta osada decisión será el apego a los cánones vigentes del estilo y las formas literarias (que no se puede usar la palabra figuras porque se refiere a otra cosa), siendo uno más del montón, escribiendo para los ilustrados de su tiempo.
Finalmente, diría Taibo II, todo es cosa de estilo. El estilo es personal, por supuesto, y cada quien que se atreva a tomar un pluma, teclado, máquina Olivetti Lettera 25, Mac o vulgar papel, dejará plasmado su estilo al escribir. No hay discusión en este sentido. El que ese estilo esté influenciado por otros escritores o la (casi nula) probabilidad de que se trate de un estilo completamente nuevo, me parece un tema suficiente para hacer un ensayo aparte.
En este momento contamos con tres elementos indispensables para escribir un texto, acaso los indispensables y únicos relevantes: la Idea, la Palabra y el Estilo. Esto sería suficiente para la mayoría de los neoescritores (como lo fue para mí y, probablemente lo haya sido para otros) si no existiera eso llamado ego. Derivado de este estorbo intelectual, el escritor puede plantearse los siguientes razonamientos: ¿Vale la pena escribir sobre este tema? ¿Gustará? ¿Será útil o será hecho garras, jirones, por los otros escritores? ¿Destrozará la crítica mi estilo de tal modo que en el futuro será incapaz de escribir siquiera la lista de la despensa? ¿Me interesa realmente que mi texto sea objeto de culto?
Como respuesta, específicamente a la última pregunta, he de decir que sí. Por supuesto que me interesa que mis ideas sean conocidas por otras personas y por eso las escribo, las digo y las repienso cada oportunidad. ¿Quién dijo que escribir para uno es un modo de escribir para la posteridad? Me interesa que mis ideas, las que yo considero útiles y correctas, sean difundidas a otras personas para que, en caso de que les sean suficientemente convincentes, ellas, a su vez, las difundan a otros individuos, agregándoles o quitándoles sentidos, comas, puntos, silencios… haciéndolas suyas y ajustándolas a su propia condición. De eso se trata la literatura: de la expresión libre de ideas escritas que puedan ser razonadas por otras personas.
Finalmente, escribir es un acto de gozo. Si nuestro estilo no es del agrado de todos, esa nimiedad puede obviarse si el contenido es útil, lo mismo que un contenido completamente vacío y carente de sentido puede colocarse en las listas de Best Sellers (en versión mexicana, todos los libros de Carlos Cuauhtémoc Sánchez –asco).
Sería bueno que muchos fuésemos los que escribiésemos sin temor a la censura, para poder compartir ideas, para no estar solos en el mar de las letras o, peor aún, en el de la ignorancia, para compartir nuestras alegrías y nuestras miserias con seres, sino iguales, cuando menos similares a nosotros mismos.

[1] Silva y Aceves M, El componedor de cuentos, en http://elcajondesastre.blogcindario.com/2006/05/00681-el-componedor-de-cuentos-mariano-silva-y-aceves-micro-cuento.html

domingo, 5 de julio de 2009

Textale


Buscando una razón para sentirme intelectualmente capaz, busqué entre los blogs que acostumbro leer (ya que todos mis libros están en Ciudad Juárez), un ensayo que me despejara de los nubarrones cerebrales que le quedan a uno después de una guardia hospitalaria. Así pues, buscando nuevas fuentes de saber, hice un descubrimiento.

Como todos los descubrimientos, éste también fue fortuito, pero no por eso menos agradable. Un blog llamado Textale y cuya dirección es http://www.textale.com/ en el que cualquiera puede publicar cuentos, ensayos, libros, novelas o cualquier cosa que entre dentro del término literatura y que se quiera difundr públicamente.

Por qué escribir en una página tal? Creo que la principal razón es que, al tener cierto número de escritores resgistrados en ella, es seguro que un texto que un simple mortal como yo suba a la página, será leído por, al menos, uno de los mismos autores que en ella publican.

Es hora de hacer un esfuerzo porque este país deje de ser uno de los primeros en las listas de los que no leen. Una página como la que recomiendo confirma eso de que escribir se aprende en gerundio: escribiendo.

jueves, 2 de julio de 2009

Usurpación de la Q


por Ricardo Marcos-Serna

Probablemente como consecuencia de la aparición de nuevos medios de comunicación electrónicos, tales como el internet y los mensajes tipo short message service o SMS, presentes en casi todo teléfono celular, el lenguaje escrito ha sufrido innecesarias modificaciones.
Si revisáramos el teléfono celular de un jovenzuelo encontraríamos, en sus mensajes de texto, frases del estilo: ¿k haces? O cosas similares a: komo t va.
En el entendido de que los mensajes de texto cortos deben ser, precisamente, cortos, con intención de comunicarse a distancia de manera precisa y, por lo demás, más barata que si de una llamada entre celulares se tratara, se entiende que las onomatopeyas como t por te, v por ve y otras similares, sean usadas comúnmente en la redacción de estos mensajes. Pero no entiendo por qué habrían de usarse, de modo tan displicente como se hace, en mensajes electrónicos o en redacciones comunes, las frecuentes sustituciones de unas letras por otras, aún en palabras completas.
Es frecuente recibir un mensaje electrónico en el que se lean frases como: dice Fulano k t presentes en tal a las tantas, que se leería: ka te presentes y no que te presentes, o …espero k puedas kaerle al reven a la noche…
¿Qué pasará con la Q y con la q? La letra Q, décimo-séptima del alfabeto latino, cuyo sonido es reforzado por un matrimonio indisoluble con la U y una vocal que bien puede ser e y sonar fuerte o i y sonar débilmente, ha sido desplazada desde el lugar predominante que ostentaba en el alfabeto romano, en palabras tan comunes como quod y quo. Redonda como es, la Q encierra un gran poder que ha sido amenazado por la más antigua K, nativa de Fenicia donde se llamaba kaif, desde donde llegó al griego llamándose kappa, décima letra del alfabeto, llegó (junto con la Y, a la que muchos llaman “i griega” sin saber que era, realmente, una U llamada ípsilon y que en griego clásico suena tanto ípsilon como ´uk) a okupar el lugar de la Q en palabras de uso común.
Véase en el texto a la Q, que es redonda y lenta, junto a su hermana la q, cuya única pata entorpece su andar. Se enseñorean, ambas, precediendo a palabras de sonido suave, a interrogaciones monosilábicas o disilábicas, a expresiones que denotan una característica. Sin embrago, desde el margen izquierdo, comienza a aparecer una letra de forma extraña, sin las redondeces de Q y q, angulosa, de sonido fuerte como su carácter. Es ésta la K, acompañada de su hermana pequeña, la k. ambas son letras más rápidas, acaso porke tienen dos patas. Pueden andar con mayor premura, con mayor diligencia que las actuales Señoras, queridas y reinantes.
Q y q se ven sorprendidas ante la velocidad y la forma de K y k quienes, avivadamente, se desplazan por el renglón 39, en el párrafo 7, persiguiendo a sus ahora rivales. Q puede rodar hacia la derecha del texto, eskapando de las golpistas. Pero q… pobre. Su pata única es antagónica con la velocidad. Tijereteando, k se le acerca y la tropieza. Débil komo es, q kae al suelo y rueda por el renglón y, sumisa, se precipita por el margen derecho, hacia el fondo de la página. Ahora, kuando las usurpadoras son kienes okupan su lugar, Q se ve un poko aplanada, komo sin áminos y q ha perdido todo asomo de dignidad y permanece, al fondo de la hoja, en la posición en que kayó.
C, enfurecida por el ultraje, trata de deshacer el entuerto pero es desplazada por K y k en palabras en las que c debería ser seguida de a, o y u. Así, K y k han derrokado a Q y q.
Ahora ke se saben dueñas de la situación, K y k se dedikan a hacer lo ke kieren, reemplazando a las vencidas en kada palabra ke se eskribe en un mensaje de celular, en una karta, en un korreo kualkiera donde, originalmente, se infiltraran para hacer más kortas las palabras, para ahorrar espacio y donde, finalmente, el uso y la kostumbre las kolokaron. Pero… ¿hasta kuando, por Kristo, hasta kuando se seguirán usando indiskriminadamente?