lunes, 9 de febrero de 2009

El cuerpo de Rita Hayworth puede ser la redención


Revisando la biblioteca me encontré con un librito de Stephen King que se llama El cuerpo y que leí por vez primera hace unos 8 años.
Si el lector está pensando que vamos a narrar la persecución de bebés que los monstruos de las alcantarillas hacen cada luna llena o que vamos a desmembrar un cadáver ampuloso a la luz de unos ojos malignos que destilan pus, está completamente equivocado.
“Lo que te hacen leer las mujeres”, me dijo con sorna un buen amigo cuando le conté que la madre de mis hijos me había inculcado el gusto incipiente por la obra de King. Bueno, creo que él, como la mayoría de la gente en México que ha leído a King piensa que él escribe obras deterror.
Para quien lo haya leído con más detenimiento, es claro que no es deterror de lo que S. King escribe, sino de cosas más primitivas: amistad y amor (a los amigos o al dios que uno prefiera), pero sobre todo, de lealtad.
No se trata de contar cómo se muere alguien o cómo los espíritus del más allá vendrán a buscar las almas de los niños que no se duerman antes de las nueve, sino de la amistad y del poder que ella genera en los que la creen de lo que tratan estos dos libros.
La amistad es uno de los pilares sobre los que escribe King: en El cuerpo, Teddy Duchamp, Vern Tessio, Chris Chambers y Gordie Lachance son los amigos que se enfrentan a la vía y a sus propios fantasmas, más que para ver el cadáver, para demostrarse que podían,a pesar de que sus propias familias y los que los rodeaban los consideraban unos fracasados (todos, excepto ellos mismos: Lachance se acababa de quedar huérfano de hermano y las actitudes de sus padres le hacían pensar que ellos hubieran preferido que él fuera el muerto. Duchamp se había quedado sin papá, un veterano de la guerra al que habían mandado a un manicomio después de que le quemara las orejas a Teddy cuando era bebé. Chambers pertenecía a una familia de notorios delincuentes juveniles y perdedores aún cuando su propia actitud lo mantenía fuera de toda comparación y Tessio era, simplemente, un poco retrasado). En It, Bill Denbrough, Berverly Marsh, Ben Hanscomb, Mike Hanlon (al cual yo ya estaba olvidando como si también me hubiera ido de Derry), Stan Uris, Eddie Kaspbrak y Richie Tozier se enfrentan al boggart que toma las formas a las que los niños tienen miedo para alimentarse de sus temores y es con la amistad con la que lo vencen, aún cuando la propia ciudad se encargaba de limitarlos y pertenecían, cada uno de ellos, al Club de los Fracasados.
Cuando pienso en estos dos libros me entran una irresistible necesidad de leerlos pero, sobre todo, me invade una incapacidad de escribir que me irrita, porque no puedo contar sobre ellos lo que realmente quiero.
Pero... el caso es que El cuerpo (que fue llevada al cine bajo el título Cuenta conmigo y que, como todo el mundo sabe, es la perfecta traducción de Stand by Me -que no sé por qué King aceptó que le cambiaran el título) es una de esas historias que te hacen recordar casi con olores y todo la época en que los amigos se relacionaban contigo sólo porque eras un buen tipo o porque compartían el gusto por las historietas o la sodas. No tiene caso contar la novela ni la película, pero es necesario decir que puede dejar sorprendido a más de uno que piensan que King es “el amo del terror”. Lo mismo sucede con una película que actuó Tim Robbins junto a Morgan Freeman a la que llamaron, en español, “Sueños de Fuga” (gracias, traductores, los mexicanos somos tan estúpidos que no podríamos saber que el personaje se fuga de la cárcel si no nos lo hubieran dicho ustedes) cuando, el libro de King en inglés se llama Rita Hayworth and Shawshank redemption.
Para los que no han leído más que los libros de King donde hay muerto tras muerto y la sangre escurre cada treinta y dos páginas en promedio, dense la oportunidad y lean otras cosas. Estos dos cuentos vienen en una colección que se llama Cuatro estaciones, de editorial Grijalbo, y en la que se incluyen los cuentos El método de respiración y Alumno aventajado, el primero en un tomo (Primavera/Verano) junto a Rita Hayworth… y el otro en otro tomo (Otoño/Invierno) junto a El cuerpo.
Léalos sin prejuicios, pero léalos.

viernes, 6 de febrero de 2009

Pase a mi humilde morada II


Por el pasillo en semipenumbra (aún no es la época de las explosiones pirotécnicas ni de las luces y el reggaeton) aparece uno de los luchadores: traje de pantalón pardo, camiseta de tirantes y calzón más oscuro, sin máscara, seguido por su second, un hombrecillo eternamente vestido de blanco, la cara torva y el pelo repeinado hacia atrás. El luchador mira con desprecio a la multitud que lo abuchea. Él es el malo de la lucha, el enviado de la oscuridad. No hay aún diferencia entre rudos y técnicos, pero éste sería catalogado entre los rudos más rudos, marrullero, encomiado enemigo del ídolo. Al llegar al ring, su second le levanta las cuerdas para que él entre, pero tropieza y da un pequeño traspié que arranca alaridos jocosos del público. El luchador lo encara y toma una actitud beligerante también con el público mientras recibe unos cuantos papeles arrugados de la primera fila. Ahora el malo está en su esquina y se quita la capa perlada y la entrega a su second quien, solícito, le pasa un peine con el que alisa su cabello. Porque de estilo es de lo que se trata ser luchador.

Cuando ya todos están en el éxtasis, por el pasillo aparece el ídolo, el non plus ultra de la bondad y, al mismo tiempo, redentor y castigador de los malos, materializador de las palizas que contra el enemigo quisiera dar el público.

Su andar es ágil y llega al cuadrilátero después de haber dado abrazos, besos y estrechado manos del público que se le acerca para tocarlo, para que algo de él se quede en ellos.

Ágilmente sube al ring y cruza entre las cuerdas. Va a su esquina y se quita la capa aterciopelada que entrega a su second. Ahora está vestido sólo con el pantalón y las botas, usando la máscara plateada que es símbolo de pureza y fortaleza.

En el centro del ring aparece un hombre elegante dentro de su fealdad, con un pañuelo blanco en la bolsa del saco y con unas hojas de papel en la mano. toma un micrófono que desciende del oscuro cielo y anuncia:

¡Lucharáaaaaaan... a dos de tres caídas, sin límite de tiempoooo!. En esta esquina, ¡el Malvado Profesor Landrú! (aullido del público) y en esta otra... ¡Santo, el Enmascarado de Plataaaa! (renovado aullido que demuestra la entrega del público y preludia el encuentro).

Santo salta ágilmente a un lado y esquiva una patada a traición de Landrú (Santo había estado en su esquina, haciendo sentadillas de calistenia) quien lo atacó por la espalda. Santo, entonces, aplica un candado al cuello y Landrú, dolido, da pequeños golpecitos en el brazo de Santo. Luego, el malvado se libera y aplica una doble Nelson a Santo que, impulsándose con las piernas, lanza a Landrú por el aire. El Malvado Profesor se duele y se soba la cadera pero ataca al Santo con golpes de tajo en la cara. Santo rueda por el suelo y Landrú le aplica la cruceta. Santo se libera y aplica unos cuantos rodillazos a la cara de Landrú (quien diga que el Santo era un "técnico", no sabe nada de lucha libre) que rueda por el suelo. Cuando Santo le aplica una yegua, Landró aletea los brazos deseperadamente y el referee se lanza por el aire, sobre el amasijo de piernas y brazos convulsos, y golpea tres veces con la palma sobre la lona. Santo libera a Landrú quien rueda lastimosamente hacia afuera del ring. La mano de Santo es levantada en señal de triunfo. El héroe va a su esquina y, desde ahí, hace un gesto galante a una muchacha sentada en la primera fila. Esta mujer merece nuestra atención: es joven y hermosa, pero su belleza es recatada. Se haya sentada entre dos hombres, uno de ellos mayor, de cabello cano, bien vestdio pero sin ser presuntuoso y el otro, un mozuelo elegante, de cabellos ondulados, que fuma con soltura. Los tres parecen ser viejos conocidos de Santo.

La lucha reanuda y Santo es sorprendido por Landrú quien, en el intervalo, ha untado una sustancia extraña en sus manos y las talla sobre la máscara de Santo. Éste se ve como si estuviera ciego, se talla la cara con los brazos tratando de liberarse de la sustancia y está a merced de Landrú. el malvado lo toma del cuello y lo lleva hacia las cuerdas donde lo ahorca entre la segunda y la tercera. Frente a ellos, en la primera fila, tres hombres torvos sonríen al profesor. Uno de ellos, el más bajo, podría ser un luchador también: su cuerpo es maciso y musculoso; usa una gabardina y sombrero y cambia comentarios con sus compinches mientras fuman y miran a su jefe maltratar al ídolo. Varios golpes de Landrú sobre la humanidad de Santo y éste se ve vencido, perdiendo la segunda caída.

Perderá Santo la lucha? Se elevará el mal conel triunfo?

En su esquina, Santo se lava la cara con agua que su second le ha acercado. Ahora parece ver bien. Y la lucha continúa cuando Santo aplica varios topes de borrego a la panza de Landrú quien cae de bruces. Santo, en el paroxismo de la temeraridad, sube a la tercera cuerda y vuela sobre Landrú, golpeándolo en su tosca humanidad con la frente. Inerte, incapaz de moverse, Landrú es sometido por el santo con un cangrejo. El referee da los tres golpes en la lona y decreta que santo es el ganador.

Los malvados de la primera fila aplastan sus cigarrillos con rabia y salen de la arena. La moza de la primera fila babea por Santo. La multitud trata de acercarse al ídolo y lo cargan en andas hasta su camerino.

Esta noche el bien ha triunfado.

Landrú, en su camerino, regodeándose frente a sus secuaces, anuncia que el fin de Santo está próximo.