miércoles, 29 de septiembre de 2010

No es lo mismo finado que muerto


Exponga sus hechos tan sencillamente como pueda, incluso audazmente. Nadie espera flores de elocuencia ni ornamentos literarios en un artículo científico.

Ronald Brunlees McKerrow

Esta mañana yo platicaba con un par de mis compañeros de la Terapia Intensiva del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, hospital donde hago mi rotación. Hablábamos de política o de linfomas o del clima (extraña mañana en la que el sol brilló, creo, por primera vez en dos semanas); la deliciosa coca cola animaba la plática y estimulaba las neuronas cuando, subrepticiamente, se nos acercó un residente de no sé qué especialidad y saludó a mi compañero Fernando Campos. Allá se alejó el Fer, persiguiendo el olor de una Marlboro mañanero, cuando otro residente pasó frente a ellos y se quedó platicando con el primer desconocido. Fernando regresó hacia donde estábamos Carmen Hernández y yo y se reintegró a la plática que ya había cambiado de la descripción de una guardia horrible al atemorizante desempleo que todo residente debe enfrentar al terminar la especialidad; por un momento, quiero pensar, la visión de vernos en el frío de la calle sin la ostentosa beca de 1000 dólares al mes que recibimos, nos hizo callar.
En ese momento escuché al primer residente desconocido que le decía al segundo: “escríbele que el padre ha muerto” y el otro respondía “ha muerto suena como cuando en las películas sales del quirófano y dices: hicimos todo lo que pudimos pero…” y siguieron hablando el tiempo justo para que Fernando volteara hacia mí con sonrisa llena de sorna. Mira, exactamente de lo que hablábamos ayer, parecía decir. Y tenía razón.
La guardia previa habíamos tenido una pequeña charla sobre lo mal que escribimos los médicos, en general y, especialmente, sobre medicina. Llenamos hoja tras hoja del expediente clínico de un paciente tratando de explicarle a otros médicos (que ni siquiera leen las notas previas) qué hábitos tiene una persona sobre la que no sabemos absolutamente nada, tratando de encontrar la relación entre un azaroso acontecimiento de su adolescencia y la aparición de un tumor pancreático al inminente final de su vida. Pero eso no es el problema porque la medicina se basa en buscar antecedentes que nos orienten a clasificar a un individuo dentro de una categoría que se ha creado revisando los casos, usualmente similares, de miles de otros individuos que, aunque suelen estar muertos para este momento, pasaron por la misma situación a la que nuestro paciente se enfrenta. Eso es lo que hacemos los médicos.
El problema está en cómo lo expresamos.
En México existe la Norma Oficial Mexicana NOM-168-SSA1-1998, Del Expediente Clínico (Secretaría de Salud, 1998), documento oficial que dice, en su párrafo 5.10, que las notas médicas deberán “expresarse en lenguaje técnico médico, sin abreviaturas, con letra legible, sin enmendaduras ni tachaduras y conservarse en buen estado”. Eso es fácil. Por ejemplo:

Se trata de paciente femenina de 43 años de edad portadora del diagnóstico de adenocarcinoma de ovario quien se encuentra en protocolo de manejo de su patología base por parte del servicio de tumores sólidos de este nosocomio…

Así está hecha la mayoría de las notas médicas de los expedientes y la cosa empeora si la nota está hecha por un interno (no es por demeritarlos, sino porque tienen menos experiencia) o por un adscrito (no es por demeritarlos, sino porque ya están hartos de hacer notas). No se trata de florituras que pretendan llenar el vacío de información sino de incapacidad de síntesis. Escribir es una disciplina que implica no sólo la capacidad de ordenar ideas, sino la más difícil tarea de sintetizarlas y representarlas con símbolos. Probablemente, en el caso de la supuesta paciente del párrafo anterior, sería mejor escribir:

Mujer de 43 años con adenocarcinoma de ovario. Recibe tratamiento por el servicio de Oncología de este hospital.

Porque, primero, la palabra femenina no debe ser aplicada a una mujer cuando se hace referencia a su género (no hay una paciente femenina –suena como si Fox fuera el que escribiera– sino un paciente del género femenino). Ella no porta, en segundo lugar, sino que sufre o padece de una enfermedad. Tercero: no se encuentra porque no se está buscando, sino que está en tratamiento. Eso del protocolo de manejo de su patología base es un párrafo que trata de ser elegante y no es más que basura (el exceso de palabras en una nota es como el exceso de referencias en un artículo: muestra más inseguridad que erudición).
Regresando a la plática de esos dos residentes desconocidos: ¿no hubiera sido más fácil decir: el padre murió por… o a causa de… en lugar de tratar de adornarse con un lenguaje que no se posee y menos se maneja?
Yo sólo digo que podríamos sintetizar nuestras opiniones y ayudar a precisar el pensamiento de otros médicos que lean nuestras notas ahorrándonos palabras. Pero como dicen en los ranchos: el que embriológicamente es traído al mundo con el diámetro anteroposterior de la cavidad abdominal aumentado, no logrará reducir su contenido visceral por más intentos forzados  extrínsecos de reforzar dicha pared en su infancia o, lo que es lo mismo, el que nace barrigón, aunque lo fajen de chiquito.

Crédito de la imagen a: http://www.google.com.mx/images?um=1&hl=es&biw=1130&bih=590&tbs=isch%3A1&sa=1&q=expediente+cl%C3%ADnico&aq=f&aqi=&aql=&oq=&gs_rfai=  

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