Para Dimmy y sus compañeros del ITESM, 1A
Te quiero, hijo.
Un
hombre del que se dice no suele dejarse fotografiar, que en sus novelas
menciona brevemente sus recetas favoritas, que escapa siempre que puede de los
reflectores y que revela vivencias personales a través de sus personajes, como
casi todos los que escribimos (profesionalmente o por el gusto de hacerlo, por
amor a las letras, con mayor o menor éxito, como yo), no puede dejar de ser un
bicho raro en un mundo en el que, aún sin que nos interese, nos enteramos de
que a cualquier extraño le ha gustado una comida en un restaurant (foto
incluida) o que al amigo de un conocido le ha dejado su novia o que el hijo de
la cuñada del primo (al cual desconocemos completamente) le ha salido su primer
diente y anda por la vida babeando inmisericordemente.
Haruki
Murakami (Kioto, 1949) es este tipo de hombre.
Literato
de carrera y escritor de profesión, Murakami ha escrito trece novelas, cuatro
libros de cuentos y, al menos, tres ensayos que se han considerado dentro de la
ficción, el surrealismo y el postmodernismo. Ha sido ganador de varios premios
en Japón y otros tantos internacionales, ha sido traducido a varios idiomas y
es popular entre los jóvenes lectores y, en internet, se le considera como un
probable candidato al Premio Nobel.
Yo
sólo he leído sus obras 1Q84, Tokio
blues, After Dark, Los años de peregrinación del chico sin color, Después del
terremoto, Sauce ciego-mujer dormida y Baila, baila, baila; tengo en
capilla La crónica del pájaro que da
cuerda al mundo. Mi hijo de doce años, consumado lector que pasa casi la
totalidad de su tiempo libre leyendo, me ha preguntado en varias ocasiones por
qué me gusta Murakami, qué leo en sus obras que me impulsa a comprar una tras
otra, qué tiene de especial... es simple: sus historias son tan pulidas como
una vasija de porcelana; sus personajes son tan humanos como cualquiera de
nosotros y las situaciones por las que pasan, cuando no han atravesado un
portal místico y se han visto trasladados a la década de los ochenta, son muy
parecidas a las que algunos hemos vivido.
Los
personajes principales que viven en sus páginas son contundentes, redondos, si
se me permite la expresión. Están tallados a la perfección, como las mismas
esculturas japonesas. Son tan humanos como una persona corriente, con los mismos
miedos y pasiones que muchos de nosotros. Viven vidas productivas y, si algo
les falta durante la obra, suelen conseguirlo a base de reflexiones y trabajo.
Probablemente esto sea sólo un reflejo del modo de vivir y de pensar de los
japoneses, personas dedicadas al extremo, detallistas, comprometidas con cada
una de las cosas que hacen. Los personajes secundarios, por otra parte, son
como los individuos que entran en nuestras vidas dejando una huella que, si
bien no es necesariamente indeleble, sí nos marca de algún modo. Dejan su
filosofía de la vida establecida claramente, sin cortapisas. El primer grupo de
personajes lo podemos ejemplificar claramente con Aomame (1Q84) quien hace su trabajo a conciencia, pulcramente, sin
descuidar un sólo detalle de su labor, cien por ciento profesional. También
podemos incluir a Tsukuru Tasaki (Los
años...) que sabe perfectamente cuál
será su función en la vida. Murakami lleva a sus personajes a hacer un
constante ejercicio de introspección; no sólo se dedica a narrarlos sino que
les permite expresarse libremente y, a mi parecer, sin inmiscuir sus propias
ideas en los pensamientos del personaje. Tal vez esta aseveración sea aventurada
porque para hacerla el que esto escribe debiera conocer personalmente al autor,
pero es claro que cuando alguien pone sus propias ideas en la cabeza de un
personaje, éste se parece más al escritor que a sí mismo y eso, cualquiera que
haya escrito lo sabe, es echar a perder una novela. El escritor debe saber qué
contar y poner a los personajes en las situaciones que favorezcan la narración,
pero debe dejarlos libres y permitirles expresarse por sí mismos, lo cual es en
extremo difícil. Decía Mario Benedetti: los
otros que me invento dicen cosas que yo no diría ni aunque fuera otro. Por
otro lado, el grupo de los personajes secundarios puede ser claramente ejemplificado
con Tropa de Asalto (Tokio...), quien
parece estar pensado para resaltar la cordura del protagonista. Lo mismo sucede
con Yumiyoshi (Baila...) quien
comparte el desdoblamiento temporal del personaje central.
El
escenario no es sólo paisaje en la obra de Murakami. Suele ser partícipe de la
acción de un modo más que natural. Ya sea con la luna doble (1Q84) o con ciudades devastadas (Después...), la ciudad juega un papel
muy importante en las acciones de los personajes, orillándolos en una dirección
o siendo referencia para la situación que se cuenta. Sin entrar en detalles
engorrosos, Murakami nos describe un templo sintoísta lleno de turistas y la
sensación que causa en los personajes o un prado donde un grupo de jóvenes se
sienta entre flores de cerezo recién caídas a disfrutar la tarde, o nos da la
nieve o el vagón del subterráneo o la lluvia como participantes de la escena. Dice
Taibo II que los narradores de amaneceres son producto de años de palabras. Y
el arte de narrar escenarios va más allá de describir las cosas que los
componen, es captar la esencia del paisaje y transmitirla con caracteres
escritos, sean ideogramas o letras.
Japón
es un país que, todo el mundo sabe, se levantó de una atrocidad en la década de
los cuarenta (sin pretender polemizar, que esto es literatura y no política) y
que, gracias al apoyo de otros países y al espíritu de superación de sus
habitantes se convirtió en poco menos de medio siglo en una potencia
tecnológica indiscutible. Sus ciudades son ejemplos de vanguardia técnica y de
globalización y, sin embargo, sigue habiendo una gran tradición de misterio y leyenda
que vive entre las luces de neón. Esa vocación por lo sobrenatural se refleja
en muchas obras de Murakami (1Q84, Baila... por ejemplo) y ese mundo oculto
coexiste de un modo muy real con este mundo en el que nos movemos. En occidente
tomamos las leyendas como eso, como leyendas, narraciones extraordinarias para
pasar el rato, cuentos para asustar a los incautos y a los niños pequeños, pero
en Japón parece que la tradición de lo oculto es tomada mucho más seriamente. Incluso
si no compartiéramos su visión de lo oculto. Ellos podrán decir lo mismo del
santoral, supongo.
La
música. La música es esencial en la obra de Haruki Murakami. Sirve no sólo como
banda sonora, sino que circunscribe la obra misma (Los años...), le da una referencia temporal (Tokio...) o ancla a los personajes y los lectores en un marco para
desenvolverse y tender puentes generacionales. Después de leer Los años... novela en que se menciona
una pieza tocada por Lazar Berman sobre una obra de Liszt, corría buscarla en
internet. Una nota en la sección de comentarios preguntaba si todos los
visitantes estábamos ahí por el libro de Murakami. Claro, fue mi respuesta
escrita en el mismo sitio, para eso nos sirve la literatura, para ampliar
nuestros horizontes. La música acompaña a Murakami desde siempre según parece,
por lo que de su biografía puede leerse en internet. Trabajó como dependiente
en una tienda de discos y fue manejador de un club de jazz. En cuanto a este
último género, el tipo sabe de lo que habla: Duke Ellington, Artie Shaw, Ben
Webster, Billie Holliday, Johnny Hodges...; esos mismos músicos que me
encantaron cuando tenía diecisiete años y que reencuentro en estas novelas me
consolidaron como un seguidor indiscutible de Murakami, un fandom cabal.
Hay
mucho que decir de la obra de Murakami pero no soy yo el indicado para entrar
en detalles. No todavía. Cuando haya aprendido teoría literaria lo haré. Por el
momento puedo decir que me encanta leerlo, que sus obras me presentan un
filosofía de la vida que desconocía por completo, que sus narraciones del país sobre
el que escribe me hacen ver más allá de lo que la televisión o internet me
permiten y que leyéndolo puedo encontrar un poco de paz en este mundo tan
revuelto porque sus personajes son humanos aunque las situaciones en las que se
hayan no siempre lo sean.
A
mí me gusta y espero que alguno de ustedes que ya lo haya leído haga algún
comentario sobre este ensayo. También espero que quien no lo haya leído se dé
la oportunidad de acercarse a un autor moderno considerado de culto.
Gracias
por leer.
Fotografía: R. Marcos S.
A man who is said do not usually
like to be photographed, that in his novels does briefly mentions his favorite recipes, that uses to escape whenever
possible from reflectors and
uses to reveal personal experiences
through his characters, like almost all we write (professionally or just for the fun of it, for love of letters, with varying success, like
me), cannot stop being a freak in a world in
which, even without a real interest to us, we hear that any stranger
liked a meal in a restaurant (photo included) or a friend of an
acquaintance has been kicked off by
his girlfriend or that the
son of a sister in law from a cousin
(which is completely unknown for us) has his first tooth and walk through life drooling
mercilessly.
Haruki Murakami (Kyoto, 1949) is such a man.
Literary by career and writer by profession, Murakami has written
thirteen novels, four books of short stories and, at least, three assay books
that have been considered within the fiction, surrealism and postmodernism. He
has won several awards in Japan and other international goals, has been
translated into several languages and is popular among young readers and is
considered by the internet writers as a likely candidate for the Nobel Prize.
I've only read his works 1Q84,
Tokyo blues, After Dark, Tsukuru Tazaki´s years of piulgrimageThe years of
wandering boy colorless, After the earthquake, Sauce blind-woman asleep and
Dance, dance, dance; next I´m reading The
Wind-Up Bird Chronicle. My twelve year old son, accomplished reader who
spends almost all his free time reading, has asked me several times why I like
Murakami, what I read in his works that drives me to buy one after another,
what is so special about him... is simple: his stories are as polished as a
porcelain vessel; his characters are as human as any of us and the situations
that happen when they have not gone through a mystical portal and have been
transferred to the eighties, are very similar to those that anyone have lived.
The main characters living in his pages are blunt, round, if I may say
so. They are carved to perfection, as the same Japanese sculptures. They are as
human as an ordinary person, with the same fears and passions that many of us. They
live productive lives and if something is missing in theirs, often can get it
by means of introspection and work. This is probably just a reflection of the
way of living and thinking of the Japanese people, dedicated to the extreme,
retailers, committed to each one of the things they do. The secondary characters,
on the other hand, are like individuals who come into our lives leaving a trail
that, although it is not necessarily an indelible mark, touches us somehow. They
stand clearly their philosophy of living, without restrictions. We can clearly
illustrate the first group of characters with Aomame (1Q84) who does her work thoroughly, neatly, without neglecting a
single detail of it, one hundred percent professional. We can also include
Tsukuru Tasaki (The years...) that
knows what is his role in life. Murakami takes his characters to make a
constant exercise in introspection; not only is dedicated to narrate but allows
them to express themselves freely and, in my opinion, without mixing his own
ideas in the thoughts of the character. Probably this assertion is risky
because to make it the writer should know the author personally, but it is clear
that when someone puts his/her own ideas on the head of a character, it is more
like the writer himself and that, whatever who wrote knows, is to spoil a
novel. The writer should know what to expect and put the characters in
situations that favor the narrative, but must release and allow them to express
themselves, which is extremely difficult. Mario Benedetti said: I invent others
who say things I would not say even if another. On the other hand, the group of
secondary characters can be clearly exemplified Assault Troop (Tokyo ...), who seems to be intended to
exemplify the sanity of the protagonist. The same applies to Yumiyoshi (Dance...) who shares the temporal unfolding
of the central character.
The scenario is not just landscape in the work of Murakami. Usually is part
of the action in a way more than natural. Whether with the double moon (1Q84) or devastated cities (After...), the city plays an important
role in the actions of the characters, guiding them in one direction or being
referred to the situation that account. Without going into details cumbersome,
Murakami describes a Shinto temple full of tourists and the feeling that causes
in the characters a meadow where a group of young people is sitting among
freshly fallen cherry blossoms enjoying afternoon, or give us snow or the
subway car or rain as participants in the scene. Taibo II says that the
narrators of sunrises are the product of years of words. And the storytelling
scenarios beyond describing things that compose them, is to capture the essence
of the landscape and pass it with written characters, whether ideograms or
letters.
Japan
is a country that, everyone
knows, rose from an atrocity in
the forties (without
trying to argue that this is literature, not politics) and, with the support of other countries and
spirit of overcoming of its
inhabitants became, in little
less than half a century, an
undisputed technological power. Its
cities are examples of technical forefront
and globalization, however, there remains a great tradition
of mystery and legend that lives among the neon lights. This focus on the supernatural is reflected in many works of Murakami (1Q84, Dance... for example)
and this hidden world coexists
in a very real way with this world in which we live. In the West we
see legends like that, just stories,
extraordinary narrations to pass the
time, tales to frighten the gullible
and young children, but in Japan it
seems that the tradition of the
occult is taken much more
seriously. Even if we don´t share their vision of mystery. They may say the same
of the saints, I guess.
The
music. Music is essential in the work of Haruki Murakami.
It serves not only as a soundtrack, but circumscribing
the same work (Years ...), gives a
time reference (Tokyo
...) or anchores
the characters and readers in a framework to develop and to build generational bridges. After reading Years ... novel in
that Murakami mentions a piece played by
Lazar Berman on a
work of Liszt, I went running
to conduct an internet search. A note in the comments section wondering if all visitors were there for the book by Murakami. Sure, it was my
written reply in the same place,
for that is literature, it helps us to broaden our
horizons. The music seems to have always accompanying
Murakami, so you
can read his biography online. He
worked as a clerk in a record
store and was manager of a jazz club.
As for the latter genre, the guy knows what he's
talking: Duke Ellington, Artie Shaw,
Ben Webster, Billie
Holliday, Johnny Hodges ... These same musicians
that I loved when I was seventeen
and found them reunited in these novels consolidated me as an indisputable follower
of Murakami, a thorough fandom.
Here is
much to say about the
work of Murakami but I'm not the one to go into
details. Not yet. When I have learned literary
theory I will. For now I can say I love reading
him, that his works presented me
a philosophy of life completely
unknown, that his narrative
of the country made me see beyond what
television or internet allow me and reading him I find a little
peace in this world so upset,
because their characters are human
but the situations that were not always what
they are.
I like him and I hope that any of you
who already have read his work make any comments on this essay. I also hope that
anyone who has not read it are
given the opportunity to approach a modern author considered a cult one.
Thanks for reading.
Photo: R. Marcos S.
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