lunes, 9 de noviembre de 2020

Yaquis

historia de una guerra popular y de un genocidio en México

 

Siguiendo mi costumbre, no voy a hacer un resumen del libro para que algún estudiante huevón lo descargue o que prepare un ensayo haciéndolo pasar por suyo. Lo que haré, como siempre, es dar mi visión de lo que el libro ha dejado en mí.
Por principio de cuentas, me abrió los ojos a un tema que, aunque había escuchado, intuido por otras lecturas como Tomóchic y Canek, no conocía ni superficialmente, a decir verdad. Una guerra de 42 años, caray. 
Como siempre, las descripciones de los yoris (mexicanos, los que no respetan la tradición) sobre los yoremes (yaquis, los que respetan la tradición), son siempre despectivas, basadas en el aspecto físico, a su barbarie que ellos, los yoris, entienden como la propiedad comunal, la falta de capitalismo; los yaquis vivieron en sociedades comunales donde la propiedad no puede ser reclamada como propia porque es común. Pero los yoremes también tenían una visión despectiva de los yoris: "(...) La mitología popular yaqui desarrolló a finales del s. XIX la historia de que todos los mexicanos fueron hechos con la basura que dios había barrido (...)".
Poca concordia se podía esperar de personas con afanes capitalistas y naciones con estatus independiente e independentista. 
Así, la constitución de Sonora de 1873 anuló la nacionalidad mexicana de yaquis y mayos... es decir, aunque hayan nacido aquí y vivan en estos cerros y valles desde muchos años antes de que nosotros llegáramos, por ser diferentes y no pensar como nosotros, se van a la chingada y dejan de ser mexicanos. ¡No mames¡, qué jeta la del gobernador Pesqueira, el muy cabrón. 
Así comenzó una guerra de exterminio que se orquestó desde el gobierno sonorense y luego desde el gobierno federal. En ella participaron personajes que habían tenido intervención, sino brillante, sí patriótica en las guerras juaristas, como el propio Porfirio Díaz (y que nadie venga a defenderlo diciendo que hay que repatriar sus restos como héroe de la patria, pinche asesino), Bernardo Reyes quien moriría frente a Palacio Nacional a manos de Lauro Villar, uno atacando a Madero y el otro defendiéndolo, aunque ambos combatieron a los yaquis. 
Por el otro lado, figuras como Cajeme y Tetabiate así como las anónimas masas de hombres, mujeres y niños que lucharon contra los yoris y fueron muertos de las maneras más atroces cuando no convertidos en esclavos y enviados a Yucatán a trabajar en las fincas henequeneras o a Valle Nacional, ambos sitios una condena de muerte. Pero incluso los que se quedaron en Sonora (bajo censo, inaudito) trabajando en las haciendas o en el campo, no tuvieron mejor suerte: la consigna llegó a ser, simplemente, maten a todo yaqui que vean, no importa edad o sexo. Y así lo hizo el gobierno estatal y federal. 
¿Quién, quiénes quieren a los yaquis fuera de su valle? ¿Los sonorenses? ¿Los colonos gringos y europeos que llegaban a Sonora deslumbrados por el rumor de sus inagotables riquezas mineras? ¿Los mexicanos? La respuesta es simple: todos los que quieren hacerse de dinero. El valle del río Yaqui es tierra rica, productiva y económicamente muy atractiva.
Entre las guerras que se sucedían sin cesar, hubo pequeñas pausas. Taibo cuenta que en una de ellas, cuando el gobierno sonorense repartió tierras (una ínfima parte de tierras "cedidas" a sus dueños originales), los representantes de los pueblos yaquis preguntaron: "todo esto está muy bien, pero ¿cuándo se van los 'mexicanos'?". Buena pregunta, sin duda. 
Mientras leía, mi indignación crecía: ¿cómo no encabronarse ante la absoluta falta de respeto por la vida, por las tradiciones, por una cultura completa y ancestral?
La invasión del valle del Yaqui sólo es comparable a la "conquista del salvaje oeste" por parte de los europeos aventureros recién llegados a América, bajo la promesa de conservar todos los terrenos "baldíos" que pudieran, por sus medios, arrancar de las manos de los "bárbaros". Un asco, pues. 
Bárbaros, indios... el propio Porfirio Díaz prohibió que se usara el término Nación al referirse a los yaquis y en su lugar impuso la palabra Tribu, él, un  mestizo hijo de un mexicano y una mixteca (y de la chingada, por cierto). 
Y los curas de la época, ¡caray¡ No sólo parásitos, sino espías yoris. Como siempre, metiendo las narices en asunto civiles, dejando de lado la espiritualidad que debieran defender. ¡Qué fácil es cambiar el alma por unas monedas¡ Con razón no quieren a Judas, si es su imagen en el espejo.
Sin destripar más el libro diré que Sonora prosperó a costa del exterminio de indígenas mayos, yaquis, ópatas. Cárdenas sólo pudo reintegrarles 20% de sus tierras originales. Los campos de concentración donde se les encerraba no están marcados, como los de Europa para vergüenza de los mismos europeos y para que no olviden, para que esto no se repita.
Esto no va a pasar en México, jamás.
Es una historia triste, sin duda, pero es una historia incendiaria, que debe ser contada a todos para que no se olvide.
Durante un par de años di clases de ética médica a Residentes de Medicina Familiar. Mi primera clase siempre fue sobre Los derechos humanos. Al final, después de destrozar la falacia de esos derechos y su "custodia" por la ONU y de echarle a la misma ONU sobre su corrupción, terminaba con una lista de campos de concentración, de países donde hubo genocidios, purgas raciales... pero nunca incluí al valle del río Yaqui. 
Ahora espero poder corregir ese error. 
 
 
Ricardo Marcos-Serna
Octubre 9, 2020
Año del Covid 

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