domingo, 3 de enero de 2021

Vivir el mito. La creación de los dioses mesoamericanos

Ricardo Marcos-Serna

 

Tláloc en el códice Laúd

En todas las regiones y a lo largo de todos los tiempos, el humano creó a los dioses según la realidad que estaba viviendo. El mito es, luego, reflejo y respuesta del grupo social que lo formula a las condiciones que lo rodean. La cosmogonía no puede nacer de una realidad ajena a la que su creador (el humano) vive, porque los dioses son el modo místico de satisfacer una realidad palpable.

Los dioses mesoamericanos no son simplemente dioses animistas que representan animales sagrados o eventos naturales como el rayo sino que también representan conceptos abstractos como la guerra, la muerte, la vida misma. Otros de ellos representan al sol, la noche, Venus, el agua que cae, los rayos… sin embargo aquí no sucedió lo que en otras culturas donde cada evento tenía un dios, no; aquí los dioses tuvieron desde su nacimiento diferencias esenciales con aquellos de otras latitudes.

Los dioses no están simplemente mirando al mesoamericano vivir una vida de servicio hacia ellos. Al crear al humano, los dioses adquirieron un compromiso con sus creaturas: el trabajo. Tonatiuh debe recorrer el cielo dando calor al humano y, por la noche, luchar en el Mictlán para que el ciclo del mundo no acabe; el humano, en pago, debe acompañar a Tonatiuh en su viaje por el firmamento, sirviendo a su necesidades por lo que del amanecer al zenit lo harán los guerreros muertos, del zenit al ocaso lo harán las mujeres muertas en el parto. Ambos, dios y humano, cumplen un trabajo. Tláloc se asegura que los cursos de agua no se sequen y que la lluvia permita que el maíz crezca; a cambio el humano no sólo debe cultivar la tierra y realizar sacrificios de niños, sino que, convertido en tlaloque después de su muerte por causas de agua, el humano ha de trabajar junto a Tláloc para proveer la lluvia; y Tláloc reclamará más sangre a través del relámpago o por medio del Ahuízotl. Tlaltecuhtli no sólo debe proveer suelos fértiles al humano para el cultivo del maíz y devorar el pecado, sino que requiere ser alimentada con los cuerpos de los humanos muertos. Todos los dioses trabajan; lo mismo que los humanos, las plantas, los animales, los objetos. El Popol Vuh cuenta que los comales y los metates se quejan ante la humanidad de los tratos que les dispensaron los hombres antes de destruirlos.

Los dioses mesoamericanos son dualidades no polares, sino complementarias entre sí y suelen compartir más de un atributo con otros dioses y más de una función. El Huey Teocalli de Tenochtitlán, el Templo Mayor, tuvo en sus partes más altas los adoratorios de Tláloc y de Huitzilopochtli. El templo se orienta de oriente a poniente, con su escalinata principal hacia el poniente; el adoratorio de Tláloc al norte se alineaba perfectamente con el salir del sol el primer solsticio del año, mientras el de Huitzilopochtli, al sur, se alineaba con la salida del sol al segundo solsticio. Esto significa que ambos dioses solares son complementarios entre sí porque ambos representan de cierto modo al sol, aunque uno se asocie con la guerra y el otro con la lluvia. Los dioses mayas no sólo eran duales sino que podían estar constituidos por cuatro porciones iguales y complementarias.

Es imposible hacer en este breve ensayo la descripción de todos los dioses del panteón mesoamericano (que, además, tienen sus nombres diferentes pero los mismos atributos entre los dioses sudamericanos, como que ambas son una misma cultura separada geográficamente) y para ello hay textos especializados.

Aquí diré, para terminar, que aún hoy los mitos religiosos viven en consonancia con la actualidad. El dios cristiano es un mito vivo al que mucha, muchísima gente rinde culto. En la actualidad. Es decir: el mito de dios está vivo hoy. Pero no deja de ser un mito.

Los dioses nos acompañan aun y esto no implica que les debamos adorar. Habemos muchos que no creemos en dioses. Pero si el mito vive, el dios vive del mismo modo. Como nota final: no hay diferencia entre la adoración a un panteón politeista como el mexica y el supuesto monoteísmo católico (supuesto, digo, porque hay adoratorios y ceremonias dedicados a santos y beatas y no al dios tutelar): ambos son mitos. Hay que poner todo objeto de estudio en su justa dimensión.

 

Ricardo Marcos-Serna 

Ciudad Juárez, Chihuahua, enero 3, 2021

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