¿Qué orillaría a un escritor a meterse de policía? ¿Por qué caminos la literatura converge con los asesinatos en la vida real? ¿Cuál es la fuerza que impulsa a dejar las teclas y tomar la escopeta? ¿Hasta dónde tiene poder el Poder para aplastarnos?
Cómodamente sentado en su escritorio, en una tarde de lluvia, José Daniel Fierro, escritor de novela policiaca, recibe la visita del Ayuntamiento rojo de Santa Ana. Pero no es una visita social o literaria, ni siquiera relacionada a la semana de la cultura del municipio norteño. Es una petición. Desesperada petición de los políticos rojos para tener un nuevo jefe de policía.
Haciendo del absurdo modus vivendi, JDF accede a ponerse la placa (una de Spiderman, claro está) en sesión solemne del Cabildo. Luego, porque la extensión de la novela lo exige, recibe la primera llamada de emergencia: costureras secuestradas en una maquila. Arreglado el entuerto, JDF debe dividirse entre entrevistas en la estación de radio independiente que el municipio maneja el poblano y muy real escritor mexicano Fritz Glockner, la búsqueda de motivos de una mujer para asesinar a su esposo a machetazos, la intriga que despierta el desconocimiento de si los laureles de la plaza tendrán pajaritos ("Han de tener, no?, para eso son", le responde el Ciego), la fortuita narración de amaneceres en Santa Ana, la búsqueda de arraigo en esta ciudad extraña que es más que un rancho grande lleno de banderas rojas.
Siempre carteándose con su esposa, JDF piensa que la organización del movimiento rojo es mucho más real y complicada de lo que cualquier novela pueda reflejar. Preparar la vigilancia de la manifestación y encontrarse en ella a Carlos Monsiváis fue una sola cosa. <<¿A poco no te gusta?>>, pregunta Monsi cuando JDF le recrimina su participación en la elección del nuevo jefe de policía.
Siempre esperando un frasco de aspirinas y un suéter de cuello de tortuga, JDF se encuentra nuevamente con la muerte cuando es “rafagueado” en una fonducha de Santa Ana.
Aún esperaba el suéter y las pastillas cuando una presencia femenina en su habitación es un tres que presagia un “cuatro”. JDF capotea las insinuaciones de María con una escopeta apuntando al vientre de la mujer y, al día siguiente, cuando apenas se lavaba la cara para despertar, el Ciego le dice:
-Por ahí andan diciendo que Usted es puto.
Para lavar la afrenta que la fuerza policial de Santa Ana ha sufrido, José Daniel Fierro, junto con su escuadra policial, retozan en un cabaret y la carta que JDF manda a su esposa dice: <
Nadie puede vivir en la absoluta libertad sin despertar envidias y rencores dentro del Poder, por eso, los caciques del PRI, el gobierno del Estado, la Policía Judicial y otra fauna nociva, deciden romper el Ayuntamiento. Sembrando cadáveres en las iglesias y presionando con bloqueos gubernamentales, JDF y sus jefes y ayudantes, van a parar a la cárcel.
Final esperado para un experimento social de este tipo en México, la disolución del ayuntamiento de izquierda es reflejo de la situación social en este país. Taibo II no hace más que narrar una realidad nacional, permitiéndose decir las cosas que dice bajo un argumento y una parábola muy sencillos: cuando JDF pregunta, aún en su departamento de México, ¿por qué él para jefe de policía?, el Ayuntamiento responde: porque necesitamos a alguien que, aunque es de izquierda, sale en el programa de Rocha cuando publica un libro, alguien a quien no puedan matar…
Y José Daniel Fierro no muere, pero es manchado por esa sucia maquinaria del Poder, que es capaz de inventar cualquier cosa para extirparse un tumor izquierdoso. Si no se entiende claramente este concepto, léase la historia de Johnny Abbes García, en la República Dominicana (después de todo, sólo cambia el paisaje).
Editado por Planeta, este libro es una buena novela que acerca al neófito (a mí me sucedió) al entendimiento del poder y de la izquierda real, no la que cierra avenidas para convertirlas en campos de futbol. Menos de 50 pesos en la edición de Planeta. Búsquelo. Se va a divertir leyéndolo.
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